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a las más avanzadas y emblemáticas tecnologías. ¿Cuántos
podrán pagar hoy un Rolls Royce o un Jaguar? Del mismo
modo, ¿cuántos podrían pagar el automóvil que no requiere
de conductor? El conferencista da el ejemplo de la escoba
robot promovida en Panamá con poco éxito y un costo de
varios centenares de balboas. Además de las posibilidades
de asumir su costo, no serían muchos los hogares, que en su
estrechez física y precariedad económica, saquen provecho
de éste u otros robots para tareas domésticas.
No es cierto, afirma el autor, que la tecnología implique
siempre destrucción absoluta de empleos. Supone también
nuevos tipos de actividad laboral. Agrega que no puede
afirmarse que las tecnologías sean responsables de los
millones de desempleados, buena parte de ellos jóvenes.
Las nuevas tecnologías no sólo eliminan puestos de empleo,
sino que también los transforman, lo que puede requerir
nuevas calificaciones de los trabajadores. En mayor o menor
medida, también sueles eliminar empleos y el reto es que en
general los nuevos empleos producidos por estas tecnologías,
no están siendo suficientes para llenar ese espacio y el que
deriva de una mayor oferta de mano de obra.
Un aspecto descuidado en muchos análisis descriptivos es
el de que la mayor eficiencia en la generación de bienes y
servicios, requiere de consumidores con suficiente poder
adquisitivo. Se necesitan empleos y salarios adecuados. Si
para los que no los tienen se establecen subsidios, ¿de dónde
saldrían los subsidios –se pregunta AYALA MONTERO- sino es
de los impuestos?
Interesante resulta ser la referencia del conferencista a
la necesidad de fortalecer los sistemas de educación y de
formación profesional. Estos procesos deben tener carácter
permanente, durante toda la vida laboral.
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