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4. Montuna.

            Los calendarios de tus antepasados marcaron una fina abertura en el mundo,

            una incandescente llama que se poblaría de tu voz; un caudal de río, un colibrí de sombras para opacar a la   POESÍA

            palabra malvada.

            Y de esa abertura brotaste como la semilla que pervive en las hostilidades de una tierra muerta; muerta
            como esos seres que andan en las ambivalencias del desprecio y la decadencia; ahí surgiste con una sola

            oportunidad para derribar los muros del presidio.

            Y lo derribaste con la sutileza de la llama, con tu voz de montaña sobre los aguaceros en atardeceres de

            tragedia, con la palabra diáfana que pintó surrealismos sobre lo terrible.

            Con tu mirada de ramas quebradas, tomas al mundo como las más austeras de las pinturas y le pones la

            sangre de todas las mujeres, el vacío de la injusticia hacia ellas, y luego lo colocas para que la pintura de

            sangre seque; para que la equidad vuelva, con las huellas de sangre que las vuelve hermosas.

            Montuna naciste de los montes del Tabasará, y su vegetación vehemente te tatuó sobre tu cuerpo la nahua

            y con ella eres la guacamaya más sublime de la cordillera, con el eco de tu canto el mundo emerge desde el
            invierno antiguo.

            Cantas, Montuna,

            Y los seres escuchan:

            Tu canto revolucionario, y en sus campanarios,

            ruge el velamen de la verdad;





































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