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valoración social y mejor remuneración, mientras que las mujeres,
        tienen  una  menor  tasa  de  participación  laboral  y  una  mayor

        dedicación al trabajo doméstico no remunerado.


        Esta  situación  revela  la  discriminación  laboral  con  el  ingreso  de  las
        mujeres en el mundo productivo, ya que el trabajo remunerado, no

        las exime de sus obligaciones en el ámbito doméstico, sin embargo
        cuando los hombres se incorporan al trabajo productivo, se les libera
        de esa responsabilidad, pues a diferencia de las mujeres, solo trabajan
        una jornada de trabajo, mientras que ellas laboran una segunda y hasta

        triple jornada de trabajo.


        La Encuesta del Uso del Tiempo, realizada en Panamá en el año 2011
        reveló que “los ocupados/as en trabajo para el mercado, dedican en

        total 42 horas y 15 minutos (42:15) a esta actividad, de ese promedio,
        los hombres dedican 45:10 horas, en tanto que las mujeres dedican
        38:30 horas, en resumen los hombres trabajan para el mercado 6:41
        horas más que las mujeres. Por otro lado, la encuesta evidencia que

        los ocupados/as dedican 20:20 horas semanales para realizar trabajo
        doméstico, de ese promedio, los hombres utilizan 13:24 horas, mientras
        que las mujeres 29:09 horas, al comparar las cifras se observa que en
        labores domésticas los hombres trabajan 15:45 horas menos que las

        mujeres”. (EUT: 2011)


        La  reproducción  social,  refuerza  la  producción  en  el  mercado.    El
        trabajo  doméstico  realizado  por  las  mujeres,  sustenta  el  trabajo

        productivo realizado por los hombres. Sin la existencia de esta mano
        de obra gratuita, encargada de las tareas en el hogar, ese trabajador
        no fuese productivo, pues tendría que asumir estas responsabilidades
        (lo que desgastaría la fuerza de trabajo) o pagar por su ejecución (lo

        que limitaría la capacidad adquisitiva), siendo el trabajo invisible y no
        remunerado de las mujeres, el que garantiza la renovación de la fuerza
        de trabajo, por lo que, el trabajo invisible y no remunerado, sustenta el
        trabajo visible y remunerado.








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