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2. Las tareas de cuidado de criaturas, enfermos y/o personas
discapacitadas.
3. Las tareas de socialización y afectivas.
4. Tareas de mediación entre la familia y los servicios públicos y
privados (incluye tareas de representación, pagos, asistencia a
reuniones, etc.).
5. Las tareas que involucra voluntariado o servicio a la comunidad.
En resumen el trabajo reproductivo implica un proceso complejo de
trabajo que incorpora una secuencia de actividades de planeación,
organización, dirección y control, propios del proceso administrativo,
por lo que no se puede desdeñar ni minusvalorar la aportación de
este trabajo. A través de este trabajo, se desarrollan un conjunto de
competencias básicas, mismas competencias que no son reconocidas
a lo interno del espacio doméstico, pero que sí son valoradas cuando
se transfieren del trabajo reproductivo al trabajo productivo.
El trabajo reproductivo requiere para su desempeño, habilidades
sociales de comunicación, liderazgo, negociación, mediación y
conciliación, así como un alto nivel de compromiso, concentración,
dedicación exclusiva y una alta carga de esfuerzo físico y emocional
que, cuando se transfieren de la esfera doméstica al mercado, suelen
asignársele un valor monetario, tal es el caso del cuidado de infantes,
por parte de instituciones, familiares o vecinos; el servicio de lavado
y planchado de la ropa o el trabajo doméstico remunerado.
Esta clara diferencia entre el trabajo productivo y reproductivo,
tiene la particularidad de que al ser desempeñado éste último por
mujeres, no es valorado socialmente, por lo que el imaginario social
lo cataloga como un “no trabajo” y por ende, sin valor monetario.
Trabajo no remunerado y medición del uso del tiempo
Cierto es que el trabajo no remunerado en su mayor proporción se
destina a la actividades de sostenimiento del hogar y es mayormente
ejecutado por mujeres, lo que refleja discriminación expresada
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