Page 53 - MEMORIA 2020
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CUENTO
– No no no, yo lo pago.
– Estamos pa ́ las que sean me oye usted, para todas las que vengan, verdes y
maduras, lindas y feítas.
Las emociones iban en ascenso, ni siquiera nos habíamos tocado las manos, sentía que el corazón me
iba a estallar, el cuello estaba hirviendo y sudoroso, sino fuera porque la dueña de la panadería llamó a
Gloria con tanta fuerza como lo hace Yuya al despertarme, no me percato que estaba vivo y respiraba.
Fue tanto el grito que no hubo chance ni de despedirnos.
Al fondo se escuchaba un bullicio, muchas voces juntas pero ningún mensaje claro de lo que hablaban;
era como si fuese el primero de mayo, había gritos pero no consignas,
semejante ruido debía ser desde el lado donde se está la obra, el resto del entorno tiende a ser bastante
silente. No paraba el sofoco, seguro había ocurrido algo. Me volví a sentar en la silla de la esquina de la
panadería, ahora estaba más vacío el espacio, plena hora de entrada a la vida laboral de la ciudad. Estaba
inmóvil, no sentía los pies, hoy las botas que pesan tanto, no las consideraba un estorbo. Aunque lejos,
podía oler la mala noticia en las voces desesperadas, quise estar distante, no creo fuese el momento
de retornar después de tantos días libres, podría ser alguna protesta o malestar por una nueva medida
que se había impuesto. Andaba por el tercer café que me bebía de un trago sin pagar, no atinaba a
pararme siquiera de esa zona, se me había pasado el susto de declarármele a Gloria, algo me llamaba a
encaminarme a mi jornada, o tan solo a ver qué acontecía. Tres días sin trabajar y ya extrañaba a esos
pendejos.
No entiendo el alboroto, respiro hondo, agarro valor y aquí voy, ya todo parece más en calma. Ahí está
Fernández, se molesta cuando faltamos por lo que sea, salud, matrimonio, duelo, hasta por virus de esos
que aparecen de vez en cuando. Podría ser la misma virgen María la que aparezca en esta obra y él no lo
pararía la obra, su compromiso era veinticuatro siete. Doy apenas unos tres pasos. Me mira con esa cara
de te voy a despedir. Las piernas me bailan, y eso que no sé bailar, sí lo sé, un negro que no sabe bailar es
cosa rara; soy un negro con nalgas grandes que solo sabe mover el culo para desayunar, nada de danzar
ni de hablar inglés porque mi papá nunca me enseñó, ese rollo de la negación de ser negro es duro. Una
cosa es ser un negro enamorado de una extranjera en problemas, que aparte no sabe bailar y corre el
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