Page 50 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            la carne es inmunda y que los placeres nos llevan al infierno, que ella se somete a Dios y ayuna cuarenta
            días y por eso nada de besarnos ni acariciarnos, ni de hablar de cosas de sexo porque el pene y la vagina


            son instrumento del diablo. Nombe, esas vainas no van conmigo luego me podía inventar que el espíritu
            santo la había preñado, y seguramente se trataba del bandido del pastor. Ese día me despedí con respeto


            y confundido de lo que ella entiende de amor. De eso han pasado quiero ver... once meses, es decir
            que... Gloria y yo tenemos una amistad de catorce meses, ¡uf! Creo que va siendo hora de decirle que


            me gusta. Voy a sacar mis dotes de pela ́o colegial, no por gusto gané un Premio Nacional de Oratoria. Le
            voy a escribir un poema al llegar a la casa, ahora que sé que no moriré tan pronto la inspiración fluye, en


            fin, estoy enamorado, pero y si la asusto y me pone un alto, a tragar grueso y pasar corriendo directo al
            trabajo, que no se me refleje en la mirada la derrota.


            ................
            Las palabras me llegaban, en tanto no sabía cómo empezar. Había leído montones de libros y aprendido


            algunas frases que podían expresar aquel dilema del corazón. Anocheció y no podía pegar los ojos, logré
            escribir unos garabatos que sabían a tristeza. Esa noche escuché tres veces a Chopin y su concierto The


            Best Nocturnes in 432, realmente no sé inglés, más si me gustan las canciones.
            Amaneció y me levanté antes que Yuya. Salí a buscar a Gloria. Tomé el tren. Iba a paso ligero por las


            aceras. Ahí estaba su figura, a un costado de la puerta de la panadería que abre a las cinco de la mañana, el
            negocio estaba movido ese día y ella atendía a los clientes en las mesas. Me senté a la orilla de una banca,


            de reojo observaba el movimiento al frente en la obra, veía a los compañeros desayunando sentados en
            el piso, entre empanadas grasientas y cafés fríos, riendo, festejando la vida, sí que es un trabajo jodido,


            pero hay trabajo, eso es lo que importa, tener para llevar comida a la casa y que los hijos puedan estudiar,
            por lo menos sostener el hogar. Le deposité el papelito a Gloria en el bolsillo del delantal, ese blanco


            bonito. Ella me hizo señal con sus manos finitas de que nos viéramos atrás, en el estacionamiento. Salí
            y esperé entre dos carros altos, casi no me veía, ella llegó en una caminata armoniosa abriendo aquel


            papel que no era tan chiquito, lo desplegó lento y examinó el texto con una mirada que no era ninguna
            de las setenta que le había computado, esta era la setenta y una. Le temblaban los párpados, subía la


            mirada y los ojos se tornaban chocolates a ratitos bastante claros, con esa travesura tierna que tenía solo

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