Page 76 - MEMORIA 2019
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Porque ni usted, ni ninguno de los presentes en esta sala, podrá saber lo que significa trabajar en una
     CUENTO  fábrica o en cualquier otro lado, hasta el momento del parto. Parece que se les olvida que nacieron de una


            mujer y lo menos que pueden hacer, es intentar ponerse en su lugar. ¿Podrán imaginarse lo que significa

            cargar una criatura, nueve meses en el vientre? Tener que cargar, además, con el peso de la casa y del

            trabajo; con el peso de la vida, porque hombres, como muchos de ustedes las han dejado solas. Yo estoy

            aquí por ellas y es cierto, nunca he parido, pero ¿Qué mujer con hijos y con un hogar que sostener, tiene

            oportunidad de dirigir un sindicato? ¿Qué mujer casada tiene un marido que le deja ir a las reuniones del

            sindicato? Soy la única mujer aquí, quizás porque soy la única en la fábrica que no tiene hijos, que no tiene

            marido y que le tiene sin cuidado lo que hablen de ella en la calle. General, he tenido tiempo suficiente

            para pensar estas palabras y no me arrepiento de ninguna de ellas, por si decide matarme. Si me encierra,

            tendré más tiempo para pensarlas, pero no me arrepentiré, se lo juro por mi sagrada madre, yo sólo pido

            que piense en la suya, en cómo le gustaría que la hubieran tratado.”


            El alegato de Agripina se extendió por un tiempo más, ante un auditorio enmudecido. Su rostro se había

            transfigurado, sudaba copiosamente y sus ademanes complementaban la firmeza con la que expresaba, las

            que quizás fueran sus últimas palabras.


            Los militares presentes apretaban nerviosos los fusiles, el General había sido desafiado y la pena por ello,

            era la muerte, costaría matar a esa mujer, pero las órdenes son órdenes.


            Agripina terminó de hablar, el General apagó el tabaco, cerró el portafolio negro que tenía entre sus manos

            y se paró frente a Agripina, mirándola fijamente por unos segundos, luego se retiró sin palabras.


            Los militares se aseguraron de que los dirigentes volvieran a la ciudad, pero, además, de hacerle saber de

            manera muy convincente, de que, para el resto del país, esa reunión, jamás se había realizado.


            Agripina fue obligada al exilio y nunca más se supo de ella, meses después, la legislación laboral, reconoció

            la licencia de maternidad y el fuero de embarazos, como derechos de la mujer.


                                                             Fin














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