Page 23 - Memoria2017
P. 23
CUENTO
El regalo de la sirena
“En julio del año 2001 los científicos declararon, finalmente, que estamos matando a los océanos y presentaron
aún algo más asombroso. La posible solución es crear reservas ecológicas marinas mediante técnicas
tradicionales combinadas con los últimos avances de la biología marina”.
La cría de peces en lagunas artificiales se estaba convirtiendo con mucha rapidez en una empresa
cada vez más importante que la cría de reses. Con la contaminación de los océanos ya las personas
no confiaban en comer lo que venía del mar. No era un negocio muy entusiasta pero cada día era más
llamativo en los países con un desarrollo sostenible que luchaban contra la contaminación para favorecer
al medio ambiente. Graduado de ecología acuática, Jacinto imaginaba la finca de su padre como un mar
con grandes peces. Los imaginaba volar por los cerros como gigantes ballenas que se deslizaban y caían
en cascada. Siempre había tenido una imaginación muy grande. Se había graduado con honores en la
Universidad de Washington y trabajaba los veranos en un programa de especies marinas en Alaska. Era
uno de los mejores en su rama.
Cuando terminó sus estudios regresó a la finca de su padre y trajo grandes proyectos. Le maravillaba
el contacto con los pocos ríos que aún no estaban contaminados y que precisamente pasaban por la finca
de su padre. El rumor del agua y del campo era una orquesta sinfónica para sus sentidos. Cuando empezó
la construcción de la laguna artificial donde cultivarían tilapias, camarones y otras especies, él se puso a
trabajar en un proyecto que parecía una fantasía, pero que con el apoyo de su padre y fuerza de voluntad
podía verlo hecho realidad. Por las mañanas Jacinto se iba al campo para imaginar una alfombra de un
mar gigantesco. Apretaba los parpados y respiraba profundo y entonces eran barcos que se mecían con
el ondulante oleaje. Naves vikingas, galeones de piratas, bucaneros y corsarios, navíos de Irlanda. Él
podía sentir el mar y era tan real que hasta lo escuchaba. Esa imagen del mar era suficiente para él y su
imaginación lograba transformar toda la finca en un grandioso océano lleno de criaturas y héroes míticos.
De niño jugaba a imaginar que él era un marino polinesio o un guerrero persa que surcaba los
mares en una barcaza por las bellas aguas de un mar incognito. Un mar virgen y no contaminado como
estaba ahora. Sin saber ni cómo ni cuándo una tormenta agitó las aguas y de repente estaba en apuros
23