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laguna era inmensa había ideado la forma de tenerla escondida en una parte que solo él conocía.  En
     CUENTO  varias ocasiones reflexionó sobre cómo había llegado la sirena al estanque. Lo más seguro, según su


            teoría, era que la sirena había llegado hasta la laguna por el río huyendo de la contaminación del mar. Si

            miramos con atención, se decía a sí mismo Jacinto, la playa, los manglares, la ensenada, los arrecifes y

            la fauna que luchan por sobrevivir, se comienza a entender que la energía de los ríos son grandes ciclos

            geográficos en movimiento que atraen a muchas especies en sus desembocaduras. La sirena debe haber

            seguido la corriente saludable y fue a dar a la laguna.


                    Esa teoría lo tranquilizaba porque probaba que el saneamiento de los  ríos era vital para sanar

            a los mares, pero lo más lo importante ahora no era cómo había llegado la sirena, sino que estaba allí y

            era su responsabilidad cuidarla. Un día la vio de cerca y logró ver su rostro que era similar a las mujeres

            que salían en las portadas de esas revistas frívolas que él ignoraba cuando iba a comprar sus revistas de

            ciencias. Era de una belleza extraña. Parecía que quería decirle algo. Jacinto le acaricio el espiral de sus

            largos cabellos negros y le puso un nombre. Te llamarás: Luna, dijo. Y aunque era poco creativo le pareció

            que a ella le gustaba.


                   Con el tiempo Jacinto y la sirena construyeron una relación que era una mezcla de amistad y de

            amantes. Lo que le parecía entraño es que ella no comía. Pensó que a lo mejor se alimentaba de las

            tilapias y los camarones del estanque, pero eso no importaba mientras ella se viera feliz porque eso lo

            hacía feliz a él. Desde hace un tiempo Jacinto se sentía algo sólo, casi nostálgico; extrañaba las reuniones

            de amigos del instituto, los trabajos de campo en equipo, las investigaciones en la biblioteca especializada

            donde se alegraba de ver fotografías del mar cuando aún no era un vertedero de basura. Jacinto ahora se

            sentía menos solo y todas las mañanas, cuando nadie lo veía, hablaba con la sirena le contaba historias

            de aventuras marinas. Ella solo lo miraba y le sonreía con una ternura que a él le daba mucha pena.


                   Cuando la sequía llegó lo primero que pensó Jacinto fue en la Sirena. La laguna empezó a mermar

            y su padre mandó a que los últimos peces y camarones fueran sacados para no perderlo todo. No se

            sabe cómo nadie veía a la Sirena, pero lo más seguro era que Jacinto la había escondido en el lado más

            profundo de la laguna. Su padre le dio unas palmadas en la espalda a Jacinto y le dijo que estaba orgulloso

            por el empeño que le había puesto al proyecto, pero que infortunadamente esas cosas pasaban, que

            cuando pasara el fenómeno por el que atravesaba todo el planeta, tal vez podrían volver a criar peces,

            pero ahora la poca agua de la laguna serviría para darle de beber a las vacas. Con los días se fue secando


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