Page 44 - MEMORIA 2020
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CUENTO
muerte del abuelo; su única hija, mi madre, estaba lejos y atendiendo a su familión, yo viajaba una vez al
mes a verles, y a tirarles la toalla con un par de dólares.
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Estaba quedado en el pensamiento cuando la abuela encendió la luz del disque comedor, empezaba a
oscurecer, fue así que pude divisar que tenía un lunar parecido al mío, justo en el mismo lugar, en la parte
de afuera del talón derecho.
– Yuya, ¿desde cuándo tienes ese lunar?
– Desde siempre Marquitos, lo tenía mi madre, tu madre también- ¿No me digas que no se lo has visto?
– No, nunca te lo había visto ni a ti ni a ella.
– Nunca me ves mijo, siempre te vas de madrugada y regresas muy tarde y oscuro. No podía creerlo, qué
poco observador fui por tanto tiempo, y eso que jugaba a veces a halarle la orilla de la bata de cuadritos,
como hacía el abuelo. Mi abuela tenía el mismo signo, se podía tratar de algo hereditario y yo abatido sin
tener en cuenta la herencia. No había motivos para preocuparme de más, esperaría los hechos que de
seguro no serían graves. Al día siguiente me di unas vueltas por la ciudad, esta vez el metro me sirvió para
pasear, la verdad es que me detengo poco a ver lo bello que esta ciudad guarda y esconde, me consumo
en el trabajo y nada más, vivo para trabajar. Ese mismo día entregué la incapacidad, iba cojeando, ayer
no sentía molestias, sin embargo, hoy me traicionaba la mente. Nadie me molestó con mi sobrenombre,
ninguno dijo nada, sabía lo que rumiaban, pero no tenía ganas de malos ratos. Al mirar al frente de la
obra en construcción noté que estaba Gloria, siempre mirando desde la panadería del frente. Su delantal
blanco con bolsitas de colores no ocultaba lo arregladita que andaba con ese vestido de flores, ese
conjunto tenía todos los colores del universo, yo ni siquiera sé cómo le hacen para meterlos todos juntos
en una tela, parecía un jardín completo con todo ese montón de hojas tiernas sobre fondo negro. Hoy si
estaba de tiempo para saludarla, crucé la calle ladeando el pie, me senté en una de las mesitas. Me sequé
el sudor, me miré en el espejo del mostrador y esperé que se acercara. Estaba atareada en trabajo, sabía
que hoy no habría charla.
Gloria es colombiana, salió huyendo de la violencia en el Valle del Cauca, ese panorama es aterrador,
dice. Ella me cuenta que muchos defensores de derechos humanos han sido
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