Page 42 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            voz suave, era una enfermera que parecía recién graduada, me pidió que la siguiera a otra habitación, allí
            estaba el médico, un tipo alto y delgado; así, tiempo yeyé estudiado afuera, pero de los que son buena


            gente, me consideré en buenas manos al ver que tenía mirada tranquila. De repente solo sentí una
            puyada pequeña en la zona del lunar y en menos de tres minutos un vendaje de gasa y esparadrapo me


            indicaba que el mal rato había terminado.
            – Listo, le daré estas pastillas por si hay dolor en la zona. Vamos a mandar esta orden al laboratorio, en


            tres días venga a verme y vemos los resultados. Le aconsejo que tenga paciencia y equilibrio, preferible
            que no vaya a la faena. Le daré incapacidad, necesitamos que esté tranquilo y relajado ¿Sí me explico?


            – Sí doctor.
            Al salir, noté que por lo menos cinco trabajadores de la construcción estaban esperando la consulta del


            doctor, pude ver la misma angustia que yo sentía, tal vez por eso bajaban el rostro. Me pregunté cómo
            era posible que no me hubiera dado cuenta que este trabajo es una actividad que te pone en una fila


            esperando turno para ver si te enfrentas al cáncer de piel. Alejé la idea de que a mí todo me pasa, no me
            gusta parecerme a mis primos derrotados. Mi regreso a casa ya no fue igual, comencé a bajar la loma


            del Gorgas, en la mente iba sumando trabajos que te exponen excesivamente al sol, la venta ambulante
            debe cubrirse, miré el esfuerzo de los vendedores de frutas, de paletas, me recordé de los compas de las


            verduras en el semáforo, los que me venden vainas para el celular, la nicaragüense de
            los quesos que se mama ese sol todo el día, las hormiguitas barrenderas... esta vaina me quitó una gran


            cortina de los ojos, tantas personas pasaron por mi cabeza en segundos, y algunas ideas absurdas, ¡esta
            vaina es de cuidarse! pensé, Mis pasos parecían pesar más esta vez, en esos momentos de sensación de


            un final inminente también imaginé cómo despedirme de mi familia y testamentar lo poco que tenía,
            mi perro con sus garrapatas, la máquina de cortar llano, hasta el ahorro del fondo de cesantías, ese que


            había elegido desde que salió la noticia de que los números de la seguridad social estaban en rojo, ese
            mismo día empecé a ahorrar para mi jubilación; tal vez debía retirar esa plata y dárselo a mi abuela.


            Siempre creí que Yuya se iba a ir primero, y aquí voy candidato a un cáncer de piel. No quise pensar más
            atrocidades y seguí caminando despacio hasta la estación del tren en la 5 de mayo, llegué sin darme


            cuenta que ni se me fue la vista en el tren como otros días, no reparé nada a mi alrededor, ni la gente

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