Page 94 - MEMORIA 2020
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CUENTO
Panamá. Allí cambió de opinión: “Lléveme a la estación del tren de Colón”, le indicó al taxista.
Era la primera vez en su vida que recordaba subir al Canal Railway Company, aunque sabía de su
nacimiento en 1986 en uno de los vagones VIP de la emblemática locomotora.
Cuando inició el viaje canalero hasta la capital, Wenliang se arrastró como pudo hasta un vagón
desocupado, lo cual era muy fácil de conseguir por la escaza cantidad de pasajeros a bordo. Ya el dolor
de cabeza era insoportable, le parecía que el sonido interior del tren que le atormentaba era igual o más
fuerte que el ruido real de la máquina, pero lo impulsaba una fuerza superior para ir al encuentro de
todos sus temores, para confrontar cara a cara ese zumbido que le había atormentado desde el día de
su nacimiento.
Recordó cómo escuchó ese ruido a tren en marcha a los diez años de edad, y cómo lo siguió escuchándolo
en su adolescencia, al ver a los ojos a personas enfermas, o sanas, pero que a los pocos días ya estarían
muertas.
Recordó también que esa sentencia de muerte la siguió escuchando durante sus estudios y residencia
médica. Recordó que en algunos casos intentó revertir el efecto en los pacientes señalados por el tren,
pero el resultado fue siempre el mismo: la muerte.
Entonces descargó todo el odio reprimido que sentía por ese sonido a tren maldito; lo insultó y le gritó en
idioma Mandarín: ¡Qǐng bié dǎrǎo wǒ! ¡Qǐng bié dǎrǎo wǒ! (¡Déjame en paz! ¡Déjame en paz!).
Pero en lugar de paz, el infierno parecía venirle. Conforme el tren se acercaba al puente sobre la
desembocadura de río Chagres (punto exacto de su nacimiento, 33 años atrás), Wenliang parecía
enloquecer del dolor de cabeza y del ruido interior insoportable.
Indiferente al drama de este pasajero, el tren avanzó por el Parque Nacional Soberanía, y al llegar al
poblado de Paraíso, Wen sintió que se le iba el aliento de vida. Pero se animó a gritar nuevamente a eso
que lo atormentaba por dentro: ¡Déjame en paz! ¡Déjame en paz!
De pronto, dejó de percibir los rieles y sintió que volaba. Reunió las últimas fuerzas que le quedaba
para levantar su cuerpo y vio por el amplio ventanal que pasan por el Cementerio Francés. No teniendo
más resistencia, se desplomó sobre el sillón, y experimentó con pavor como su cuerpo se estremecía
violentamente y algo intentaba salir de su cuerpo.
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