Page 90 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            malestares que nada tenían que ver con partos.
            El adolescente también notó que cuando se daban algunas de estas sanaciones milagrosas, su padrino ya


            no agendaba más visitas a ese pueblo. Pero Wen observaba y guardaba silencio.
            Silencio también hubo entre ambos en cierta ocasión cuando viajando en auto hacia Colón, por desviación


            del tráfico debieron variar la acostumbrada ruta por la Transístmica, hacia la vía Omar Torrijos, bordeando
            la franja canalera. Y al pasar cerca a la estación del Panama Canal Railway, Wenliang volvió a sentir ese


            incómodo ruido interno, como de sonido a tren en marcha que tanto le incomodaba. Pero allí notó que
            una incomodidad similar parecía producirle a su padrino... pero ninguno de los dos comentó nada. Y ese


            silencio con meditación profunda los acompaño hasta Colón.
            Pero a pesar de estas vivencias enigmáticas, poco tiempo tuvo que esperar Roberto Him para que en un


            momento en que coincidieron los tres, Wenliang dijera a su mamá...
            — Quiero ser un médico, igual que mi padrino.


            — Me alegra mucho escuchar eso, y que lo digas delante de tu madre. Si así lo deseas
            de verdad, tendrás todo mi apoyo.


            Desde entonces, Him insistía a Xiaoli en que, además de hablarle en chino a su hijo, se ocupara también
            de enseñarle la correcta escritura de los complicados caracteres del Mandarín. Su idea era costearle


            los estudios a Wen en alguna de las prestigiosas universidades de Medicina en China, siempre con la
            esperanza adicional de que escogiera ser, igualmente, un cirujano obstetra.


            Pero desde un inicio, Wenliang se mantuvo firme en que se inclinaría por la Oftalmología, pues desde

            aquella primera experiencia con la sanación de los ojos inflamados de su 22

            compañero del quinto grado, la vista provocaría una fascinación en él. También notó que al ver directo
            a los ojos de alguien era capaz de saber qué tipo de persona era... y hasta de qué males podía padecer.


            Pero ese tema siempre lo obviaba, ante la negativa y el rechazo a todo lo que sonara a sobrenatural,
            postura heredada de su padrino.


            El tiempo pareció esfumarse entre las manos, cuando ya Xiaoli y Him estaban despidiendo a Wenliang en
            el Aeropuerto Internacional de Tocumen, con destino a sus estudios universitarios en China continental.


            — Prométeme que no volverás a Panamá hasta que seas un oftalmólogo. — Si, mamá, te lo prometo.

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