Page 93 - MEMORIA 2020
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CUENTO
intensa campaña cibernética de seguridad laboral, repitiendo incansablemente en todos sus mensajes
la etiqueta #SeguridadEsVida”.
Ahora más que nunca, el consejo y lema de su mentor, “seguridad es vida”, adquiría connotaciones
vitales. Pero su intenso accionar de varias semanas en pro de la seguridad laboral de sus colegas, y la
advertencia de que todos los trabajadores de salud de los hospitales de Wuhan adoptaran medidas de
protección para evitar el contagio del nuevo virus, provocó un visita de altos funcionarios de la Seguridad
Pública.
Lo acusaron de hacer comentarios falsos que habían perturbado severamente el orden social. Le
recordaron que a pesar de tener familia, y madre china, él seguía siendo considerado un empleado
extranjero. Y el régimen le obligó a firmar una carta que se leía en este tono...
“Le advertimos solemnemente: si sigue siendo terco e impertinente, y continúa con esta actividad ilegal,
será llevado ante la justicia. ¿Se entiende?”. Debajo, Wenliang escribió: “Sí, entiendo”.
También entendió que era el momento de suspender su aventura china, volver a casa. En todos estos
años la nostalgia de la distancia había sido matizada con un par de visitas de su mamá. Pero ahora
motivaba su retorno no solo ver a su madre, sino a su padrino, el médico
ya retirado Roberto Him. Wenliang no necesitaba diagnóstico, sabía que ya había contraído el nuevo
virus. Pero además estaba convencido de que si alguien podía curarle la enfermedad extraña, ese era su
padrino.
Tres días después, y tras completar de una serie de 7 conexiones en aviones de carga (modalidad de viaje
que escogió para evitar el contacto humano), finalmente Wen llegó al Aeropuerto Internacional Enrique
Adolfo Jiménez, de Colón.
Estaba vuelto una piltrafa humana cuando arribó. Tenía fiebre alta y dificultades para respirar. El taxista
vio con piedad al joven chino cuando se esforzaba por subir a su auto, pero en perfecto español nativo le
escuchó decir: “Lléveme a Panamá, al Hospital Roberto Him, en vía España”.
Pero al poco tiempo de emprender el viaje, cuando el auto pasó por las calles de Coco Solo y de San Judas
Tadeo, Wenlian quedo aterrado al escuchar por todas partes sonido de tren, y oler a muerte.
Anticipó que el nuevo virus no sería solo un asunto de Wuhan o de China, sino incluso de Colón y de todo
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