Page 59 - Memoria Premios IPEL 2021
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⎯A ver⎯dijo Mamá Rosí⎯, si se la han llevado los pericos, la culpa ha sido tuya.
                  Lucí no puede inventar algo así. Tú sí eres escritor.

                              Esto le pareció cierto a Demetrio y no lo contradijo.
                          ⎯Si ha sido eso y no otra cosa, depende de tu cabeza que el asunto se solucione,
                  Demetrio González.

                         El escritor asintió enérgicamente y mama Rosí se alejó sin decir más, sin dejar de
                  mirarlo. La mujer no creyó necesario más regaños. Acabó comprendiendo que la congoja

                  era sincera. Ya se arreglaría lo que tuviera que arreglarse. Ya Luci aparecería. Demetrio se
                  preparó para aplicar sus reglas sobre el Darién.
                         Regla darienita número dos: si te equivocaste, sufre tu equivocación sin arrastrar a

                  los otros. Podrás pedir ayuda y la mayoría de los darienitas será solidario, pero solo si te
                  haces responsable de tus errores. Otro gallo cantará si no te pones vivo.

                         Así que se fue a la casa y permaneció siete días con sus noches sin Lucí. Se entregó
                  a  resolver  el  asunto  él  solo.  Trató,  durante  ese  tiempo,  de  descubrir  el  misterio  de  los
                  pericos. Y no tenía otro modo de hacerlo que escribiendo. Pero no logró plasmar en el papel
                  nada sensato. Solo aparecieron oraciones como la que sigue:

                         «Niños,  ¿quién  detendría  sus  travesuras?  Verdes,  amarillos,  ¿quién  negaría  su
                  belleza?»

                         O similares a esta:
                         «Había una vez un ser hecho de mango que comenzó a hablar. Se arrancó sus
                  cáscaras y le nacieron plumas»


                         Basura, nada conmovedor o que esclarezca algo, se recriminó González.


                          A  la mañana  del  octavo  día,  Lucí  apareció  en  la  vereda.  Demetrio  la vio  por  el
                  ventanuco. Llevaba puestos los mismos pantalones cortos y la camiseta de colores que

                  amontonaba sus senos.
                          ⎯Pericos, uno maduro, y salióse, su seno desnudo⎯recitó Demetrio.

                          Cuando la mujer alcanzó la puerta, su voz se desprendió del cuerpo como si fuera
                  un ser independiente de ella.
                          ⎯No fuiste a buscarme, Deme. ¡Y yo esperándote!

                         ⎯ ¿Adónde debía buscarte, negrita?
                         ⎯ ¿Adónde va a ser, Deme? Al Reino de los pericos. Dicen que estuviste mucho

                  tiempo a su puerta, pero no acabaste de entrar.

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