Page 57 - Memoria Premios IPEL 2021
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⎯La sangre africana no es de soledades; Lucí habla para sentirse acompañada—
justificó, a la vez que tomaba notas y reflexionaba al respecto.
Cuando quiso retomar su escritura, sin embargo, la falta de silencio casi lo
enloqueció. Se enconchaba sobre el escritorio para protegerse de lo que le rodeaba. Pero
Lucí no entendía. El escritor se había recluido en la selva para embriagarse de vida, pero
también quería poner en palabras su experiencia. Y un suceso desconcertante aún estaba
por venir.
Hacía varios días que Demetrio observaba una bandada de pericos sobrevolar la
casucha de hojas de zinc y dejar su barullo tras círculos que formaba, hasta que volvía a
perderse en la selva. Esos pájaros siempre le habían parecido niños traviesos, de ojos
grandes. Pero no lograba comprender su esencia y escribirla. Menos porque Lucí
reclamaba su atención incansablemente.
—Qué haces ahora, Deme. ¿Escribes? ¿Escribes sobre mí? Yo sé sobre qué
deberías escribir tú, Deme. Yo tengo la historia que le interesará a Raimundo y a todo el
mundo. Escribe sobre el fin del planeta, Deme. Sobre un apocalipsis desesperado y, a la
vez, revelador, Deme…
Y así seguía sin parar. Y si González daba muestras de enojo, ella mostraba cierto
dolor, que era lo menos que quería el escribiente. Verla llorar era peor que recibir un golpe
en el estómago.
⎯Claro que te quiero, negrita—acababa consolándola.
No se daba, sin embargo, por vencido. Seguía tratando de elevar su concentración
por sobre el barullo de los pericos y de su propia perica. Sí, era como si Lucí también
graznara y sobrevolara su cabeza. Imaginarla de ese modo fue tomando fuerza hasta que
el pensamiento se hizo carne.
Un día en que la verde bandada volvió a pasar, Lucí salió de la casa y agitó en el
aire una escoba de paja amarillenta y puntiaguda. Los pericos, como si se prepararan para
un ataque, regresaron haciendo una curva en el cielo. Alinearon su flecha de plumas
relucientes. Cuando estuvieron cerca de Lucí, aceleraron aún más su vuelo. Y, finalmente,
la envolvieron con su escándalo y su verdísimo desorden.
Para cuando se elevaron una vez más, no quedaban huellas de Lucí en el sendero
de tierra.
«La perica Lucí es raptada por una bandada de pericos», escribió Demetrio.
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