Page 32 - MEMORIA 2019
P. 32
Cuando tuve veinte años me contaron mi historia. Me decían que nací del agua, del vientre del río. Ellos,
CUENTO a su manera, adoraban el agua. Desde ese entonces su veneración al agua fue más profunda. Decían que
estaba atado al río; que aún no era mi tiempo. Me dispuse a buscar a mis padres. Así fue como llegué hasta
el pueblo en donde estaba la tumba de Rosa. Es mi madre, pero me gusta llamarla Rosa, porque es nombre
de flor.
Me dirigí al rancho donde vivía mi padre. Estaba viejo y había perdido la razón. El tío Mariano, que no era
de hablar mucho, me dijo que mi padre se gastó la vida labrando el campo. Cada vez que se reunían los
trabajadores, les hablaba del tiempo. Luego volvía a casa a mirar sus relojes, hasta que el tiempo lo dejó
sin fuerzas. En el rancho, pude ver la colección de relojes viejos de mi padre: había uno por cada año de
mi vida. Todos marcando las cuatro.
El tiempo me permitió cuidarlo hasta su muerte. Retomé sus pasos y su lucha. Hoy me darán la noticia.
Es la primera vez que se incluye a los trabajadores indígenas en una convención sobre el trabajo. Si se
aprueba la jornada laboral de ocho horas, daré las palabras de cierre y podré explicar que el tiempo es
importante para todos: obreros, patronos, familia. Para todos... El tiempo… nuestro tiempo… Realmente,
lo que gastamos día a día es nuestra vida.
Arnoldo Quichenell, Chile, 1936.
34