Page 33 - MEMORIA 2019
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TRES RAZONES Y UNA PROFECÍA
CUENTO
Soy el tiempo, tomé los símbolos que estaban arriba de cada una de las puertas. Las tres celdas estaban
marcadas con un signo, junté los signos y construí con ellos uno de los sueños más grandes de la humanidad.
He visto todo, y todo es cierto; he oído todo y todo es cierto. Es la historia de las tres razones, mucho antes
de que se supieran sus nombres:
Antes de unificarse, las tres razones habían pasado miles de años separadas. Tres carceleros las vigilaban y
se apostaban infranqueables en cada una de las puertas de sus celdas. Separarlas era el peor de los castigos;
ignorar que existían, era la manera más cruenta de enterrarlas en la desidia. Mientras estuviera cada cuál
por su lado, jamás la humanidad conocería el sentido de la justicia.
Les hablaré de los tres guardias: Babel era el carcelero más nefasto, aguardaba como un perro rabioso
afuera de la primera celda, sin dejar espacio a la concordia. No permitía que las voces sostuvieran ningún
tipo de alianza. Exclusión tenía los ojos feroces, con sus pupilas impregnadas de egoísmo; era una llaga
virulenta que se apostaba afuera de la segunda celda. En ese oscuro rincón apresaba la esencia de las
naciones, desechaba sus idiomas, porque le asqueaban los diferentes colores de piel. Y Esclavitud, con sus
garras y dientes afilados, hacía sucumbir todo intento de romper las cadenas. Implantaba la mansedumbre
como una peste monárquica de la que muy pocos sobrevivían. Llevaba un látigo para golpear cada alma
libre.
A la primera celda le marcaron una esfera sobre su entrada, a la otra una línea vertical y, finalmente, a la
última, un símbolo como la sombra de un hombre con los brazos abiertos. Las tres razones estaban allí,
sucumbiendo a la indolencia, casi muertas; cada una por su lado, desgastándose. Eran las razones con las
que se salvarían los hombres y las mujeres de la apatía de vivir y morir sin fe. Un día del año diecinueve,
poco después de empezar los veinte siglos, las razones levantaron la voz, cansadas de llorar a sus hijos
muertos, de verlos esclavos y sin valor, refundaron la esencia humana y llamaron a cada país a la unión.
Había pasado la gran guerra y las razones, en su cautiverio, no podían emancipar a la humanidad. Eran los
motivos que esperaban desde hacía siglos para confiar en el futuro.
Entonces vino el primer gran golpe para liberar a las razones prisioneras. Sucedió que las naciones pactaron
una gran liga. La organización cayó como un látigo sobre Babel, el primer carcelero sucumbió y la celda
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