Page 40 - MEMORIA 2019
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CUENTO  El resto del tiempo, principalmente en las noches y los domingos, el detective se dedicaba en cuerpo y



            mente a la lectura de novelas detectivescas.  Podría decirse que el detective era un moderno Quijote, que se

            enfrentaba a los actuales entuertos de la mafia, el secuestro, el robo sofisticado, el asesinato y el espionaje.

            Un Quijote, sin Sancho, que reclutaba a quien quisiera escucharle para invitarlo a resolver sus totalmente

            verosímiles y predecibles casos.






            En efecto, las novelas detectivescas preferidas por él eran “obras” españolas baratas, de tiraje semanal, con

            gran economía del lenguaje y de argumentación, de manera que los casos parecían repetirse una y otra vez,

            aunque con cambios cosméticos menores.  El detective tenía una colección que fácilmente llegaba a los

            trescientos ejemplares y cada uno de ellos podría haber sido leído en dos o tres ocasiones.  Algunas veces,

            dos o tres veces por semana, se bajaba en Salsipuedes para comprar o intercambiar sus novelas.  Allí las

            encontraba a buen precio, hasta cinco novelas por un dólar.  Usualmente toda la trama de estas novelas se

            reflejaba en la colorida ilustración de la portada, lo que le serviría como criterio para su elección.






            Pero si el primer vicio del detective era leer novelas policíacas cursis y baratas, su segundo vicio era

            contarlas interminablemente a quien tuviera la osadía de acercársele.  Fue por este vicio que le bautizamos

            como el detective.  La manera vívida y participativa como narraba las historias, la forma necia e invasiva

            con que dominaba el tiempo de su atrapado interlocutor y la transformación personal que le ocurría en

            estos momentos no dejaban lugar a dudas de que no había diferencias entre el protagonista y el narrador.






            Por aquellos tiempos su sobrina y algunos otros estábamos juntos en la Universidad.  Cuando decidíamos

            estudiar en casa de ella nos asegurábamos de que el detective no estuviera allí.  Sin embargo, en las

            ocasiones en que el tedio de la asignatura se hacía insoportable y el detective se encontraba cerca o cuando

            alguien quería joder la sesión de estudio, se oía la pregunta, antesala de la caja de Pandora detectivesca,...y,

            ¿qué lee don Chicho?







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