Page 41 - MEMORIA 2019
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Cañaveral
CUENTO
Era viernes, día de pago y aunque todos estaban alegres, amaneció cabriado. Cortaba y tiraba la caña como si fuera
su enemiga y como si estuviera vengándose de no se sabe qué ultraje. Así estuvo toda la mañana, cuando el aguatero
le pregunto qué pasaba no contesto y se mantuvo enfurruñado y atento a su trabajo.
A las tres de la tarde, cuando terminó su turno, el pagador le entregó su sobre con su pago, sin contarlo sacó dos
billetes de cinco dólares y se fue al carro de Don Manuel, le pagó los cuatro que le debía y le compró una botella
de seco del más barato, sin contar el vuelto, se metió todo en el bolsillo. Cruzó el camino y alejándose de todos se
adentró en el cañaveral, que estaba muy caliente a esa hora del día.
Apartó la maleza con el machete y se sentó recostándose en un manojo de plantas decidido a acabarse la botella
antes de las cuatro y media, que era cuando salía el bus que los llevaba al campamento donde se alojaba en el
periodo de zafra. El primer trago quemó su garganta, y como estaba con el estómago vacío, en pocos minutos sintió
hervir su sangre.
Con el cuerpo tan caliente como el entorno, comenzó a pensar en las cosas que le preocupaban desde hacía una
semana. Su mujer le había comentado que creía que estaba preñada de nuevo. No atinó a decirle nada, pero se llevó
la preocupación consigo.
Recién había enterrado a Juanito, el más pequeño que murió de un catarro. “Pa´que tener hijos si se van a morir”
-pensó mientras empinaba la botella- recordando que antes ya había enterrado a Pedrito y a Marianita y que todavía
le debía al ingenio el costo de los cajones.
Siguió bebiendo mientras pensaba en el rancho arriba en el cerro. El rancho que consistía en un cuarto único, de
cuatro paredes, forradas con ramas de palmas, piso de tierra, cuatro hojas de zinc oxidadas por techo, y un enramado
donde se juntaban a tomar la brisa cuando el tiempo se los permitía.
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