Page 44 - MEMORIA 2019
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Otra vez tarde al trabajo
     CUENTO




            Cuando encendió el motor del carro y arregló el espejo retrovisor, se dijo a sí mismo, con una leve sonrisa de
            satisfacción: es imposible que llegue tarde de nuevo al trabajo.  Puso marcha atrás y salió lentamente a la calle.  El

            sol se asomaba apenas, era temprano, mucho más temprano que los otros días en que había llegado tarde o casi a la

            hora de entrada.





            Salió de la calle de su barriada y giró a la derecha, hacia la vía principal.  Con cierta angustia observó que la fila de

            automóviles no se movía.  Maniobró para entrar a la avenida, anduvo unos cuantos ciemtos de metros y se detuvo.

            La fila avanzaba y se detenía, una y otra vez, los auto defensa contra defensa, mientras el tiempo pasaba.  ¿A que

            se deberá este tranque?, pensó, mientras miraba su celular con un dejo de impaciencia reflejada en su semblante.





            Luego, avanzó bastante porque un policia de transito trataba de despejar la via para acomodar la ambulancia.

            Quedé tan cerca que, en ese momento, logro ver la cara de la chica pegada contra el pavimento.  Observé

            que tenía una expresión de dolor, al tiempo que comenzaba a inflamarse su cara producto del golpe y un

            poco de sangre salía de su boca entreabierta, confundiéndose con el color púrpura de sus labios.  Sus ojos,

            un tanto erráticos, intentaban fijar la mirada, pero sólo reflejaban la confusion que podría estar pasando por

            su mente.  Me pareció que estaba preguntándose todavía ¿qué había pasado? ¿por qué estaba tirada en el

            suelo?¿y por qué le dolía todo el cuerpo?  Un paramédico trataba de preguntarle algunas cosas importantes

            en estos casos, pero creo que ella no podía contestar.  Pacientemente trató de voltearla, sujetando su cabeza

            y con ayuda de otras personas, entre ellas un policía de tránsito.






            Era una persona joven, quizás unos veinticinco años, morena, de aproximadamente un metro setenta de estatura,

            era bajita.  Por su ropa, probablemente trabajaba de secretaria en una oficina, tenía una falda azul oscuro que
            hacía juego con su chaqueta y una blusa blanca con un corbatín, creo que así se le dice a ese accesorio, rojo, que

            ya el paramédico le había quitado para ponerle el cuello ortopédico y que yacía a un lado.  La blusa se veía sucia,

            desgarrada y manchada de sangre.







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