Page 21 - Memoria2018
P. 21
logístico”—, se estaciona día a día a varias cuadras de la oficina, jugándosela entre zonas de no
se estacione, líneas amarillas e hidrantes. Adela se pasa el día con el estrés de que las grúas del CUENTO
Municipio no pasen cerca de su carro. Obvio que los abogados sí tienen parkings bajo techo, para los
Porshe, las Prado y uno que otro Maserati.
Adela sabe que uno no se maquilla antes de llegar a la oficina, o la base se le va a derretir junto
con el rímel y el delineador. Más vale entrar al trabajo con la cara lavada que parecer un mapache.
Paraguas, periódico, cartera y portafolio, Adela se aventura a caminar hacia su oficina, a ver si le
queda tiempo de corregir lo que puede. Siempre hay que lucir al mejor nivel de sus posibilidades, aun
cuando el sueldo a veces no alcanza para cubrir los gastos que acarrea reflejar una estampa glamorosa
en todo momento.
En la época lluviosa, todo se ve del color de la plata vieja y sin pulir desde los ventanales de
piso a techo de la Torre BancoSur, al igual que desde el resto de los edificios que definen el horizonte
de la ciudad. Y pasa lo mismo de siempre. Todo comienza con una lluviecita pendeja. 30 grados
Centígrados afuera y 16 adentro. O te cocinas en el trópico o te congelas en una morgue. No hay
punto medio. Los cristales se empañan y uno no puede aguantar la tentación de escribir su nombre
sobre la condensación.
Si tienes oficina en una esquina puedes llegar como a las once. Para eso eres jefe. Las gotitas
de lluvia surcan las ventanas de los bufetes y bancos, de transnacionales y casas de valores. Los
ejecutivos de los gigantes de las finanzas pueden mirar hacia el piso y ver a los de a pie, — que son
los que pagan los intereses de sus casitas en el suburbio por 30 años o hasta morirse, lo que ocurra
primero— tratando de llegar a sus trabajos para buscarse la vida. Gente promedio, con oficios
promedio y sueldos promedio.
La calle aún está medio dormida. Es quincena y juega el gordito. Los billeteros agitan su
mercancía sobre los parabrisas de los autos. Los árboles tiemblan, los pájaros salen graznando a
toda velocidad. Las palmeras bailan, se doblan y sacuden. El aguacero es evidente. Los charcos
comienzan a formarse en los huecos mal rellenados con asfalto. Los burócratas del centro financiero
encorbatados, las oficiales de banca privada en tacones y medias de nylon— o con chancletas de
plástico para cambiarse en la oficina, avanzan saltando y tapándose la cabeza con carteras, portafolios
o loncheras.
Al llegar a la oficina marca el reloj y se mete al baño para hacer un control de daños en su
21