Page 24 - Memoria2018
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cuando está a un solo dólar del límite inferior. No hay elfos que laven, doblen, planchen y guarden la
CUENTO ropa, ni las citas médicas del Seguro o de la Privada se hacen solas. Ellos no te llaman para hacerte la
vida más fácil. Nada de eso. En la escuela te hablan del abecedario, pero nadie te previene que habrá
muchas otras “letras”. El carro, la casa, Fenosa, IDAAN, Aseo, el Corredor. Y las tarjetas de crédito
hasta el tape. Y ni hablar de la porquería de banco con la que se metió, en el cual ningún ser humano
te atiende. Cuando necesita algo, llama por teléfono y se demora veinte minutos entre menúes y
grabaciones sin color de voz.
Como en el caso de Adela, que la casa esté limpia no es un capricho. Da la casualidad de que sus
hijos, su marido y hasta ella misma, son alérgicos a cualquier manifestación de polvo.
Los amigos llegan a casa —un poco menos cada mes— y todo debe ser perfecto. Las cervecitas
frías, el ceviche, los patacones… Los electrodomésticos se dañan, y de la nada Adela tiene que
conseguir 200 dólares para cambiar los cauchos de la nevera que compró de paquete hace dos años.
Hay que darle mantenimiento al carro, lo cual puede superar con creces el precio de la letra. Correr
a llenar el tanque, porque el otro viernes sube la gasolina. A Rosita hay que ponerla a dormir, leerle
un cuento y enseñarle a rezar. Con Santiago hay que conversar de lo que sea. Ya viene la pubertad y
con ella, el abismo impresionante que se abre entre uno y sus hijos. Al mirarlo dormir, Adela hace una
nota mental de que hay que ir a cortarle el cabello. Obvio que a la barbería, porque volver a pagar 15
dólares por un corte de hombre, le parece un asalto. Adela revisa la maleta de Rosita y se percata de
que mañana tiene un cumpleaños. Siempre cumple algún niño en la guardería. Y cuando ve las tareas
de Santiago, algo dentro de ella se pone a llorar. Pero no llora. No sirve de nada.
Hay que bajarle las bastas a los pantalones. Pegar algunos botones y sacar manchas. Hay que
cocinar para llevar al día siguiente. Cosas variadas, nutritivas y apetitosas. Comer en la calle es cada
día más pecaminoso. A Rosita no le gusta nada. Solo come huevos revueltos y salchichas. Y como toda
ama de casa que se respeta, sabes que las salchichas dan cáncer. Pero es lo único que hay, y Adela está
muerta de cansancio. Y mientras le empaca salchichas para la lonchera, siente que ha fracasado como
madre. Pero todo es temporal –suspiro de Adela—, pronto crecerán y esos momentos difíciles, serán
solo recuerdos.
Y está ella. Al final de la lista. Tiene que verse como de catálogo. Deslumbrante. Blower,
highlights, manicure, pedicure. Quitarse el maquillaje religiosamente. Hacer que sus tres suits parezcan
30 combinaciones diferentes. Hay que tener un blower chiquito en la cartera, para cuando el clima
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