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más pequeña. Era un riesgo. Sus trabajos pagaban las cuentas. ¿Estaría despreciando las bendiciones que
     CUENTO  había recibido de Dios, por ambiciosa? Pero, ¿y sus sueños? ¿Por qué Dios te deja soñar con otras vidas?



                   Suena bonito. Adela casi está sonriendo. Se está creyendo su nuevo proyecto. Y sabe que todo le
            va a resultar, con un poquito de organización y fe. Se imagina sus castillos en el aire. Prácticamente puede

            verlos y decidir de qué color va a pintar las paredes de los cuartos de los niños. Hay que tomarle fotos a

            cada habitación de la casa para ponerla en OLX o Encuentra 24. ¡Qué emoción! Sí se puede.

                   Pero en una semana más, Adela se dará cuenta que su período de reloj suizo no le habrá llegado

            como de costumbre.  Después de otra semana confirmará su sospecha, y al llamar al consultorio del

            ginecólogo en cuasi-histeria y pedir una cita cuanto-antes, y someterse al frío escrutinio del ultrasonido,

            el Doctor Torres le dirá que las Salping no son cien por ciento efectivas, que eso podía pasar. Que existe

            un pequeño número de casos en los que la trompa se recanaliza y el espermatozoide pasa a través y

            fecunda al óvulo. “Pero ánimo, aún eres joven Adelita. Sonríe. Vas a ser mamá otra vez. Y todo se ve

            perfecto.” De nada le servirán la negación, el llanto y la desesperación. Pero no podrá evitar sentirse

            como una quinceañera que metió la pata. Sentirse devastada. Sentir que hizo algo mal.

            Solo  entonces  le  dirá  a  Héctor  que  están  esperando  un  bebé,  y  él  le  dirá  “Pero-si-tú-te-operaste-

            cuando-nació-Rosita”. Luego de unos diez minutos de cuestionamientos, gesticulaciones, no-puede-ser

            y manoteos, Héctor le tocará el cabello a su Adela con ternura, y le dirá que quizás la idea de renunciar

            ya no suena tan brillante como hace unos días. Al menos la firma le paga un seguro privado y el bebé

            podrá nacer en una clínica.      Basta de llorar. El bebé puede sentir todo el estrés de la mamá. Mi bebé

            no se merece esto. Y como por arte de magia, Adela se dará cuenta que ya está pensando en el bienestar

            de esa personita. Y eso la tranquilizará. La hará sentir un poco mejor persona, y no la miserable egoísta

            que no se esperaba la noticia. Porque hay algo en la maternidad que desafía la lógica y el miedo. Y está el

            dicho que dice “Los niños traen su pan debajo del brazo”.  Habrá que poner los sueños en hold. De nuevo.

            Porque la vida, no es una novela. La vida es como es.











            Invisible


                   Los fuegos artificiales surcan el cielo de enero, como arañazos multicolores contra el negro


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