Page 100 - Memoria2017
P. 100
cabello bien cortado, que le caía sin sobrepasar la nuca, dejando dos aretes dobles
CUENTO de aro grande que tintineaban a medida que seguía con la vista la escritura de la
docente sobre el tablero. Luego, en el pasillo, mientras alguien averiguaba qué
clase nos correspondía, pude hablarle. Me preguntó que si iba “a la marcha” y
contesté que sí. “Voy con Dinia, es maestra y dirigente”, nos contó, orgullosa. Y a la
marcha fuimos varios del salón.
Pese a los rumores, no nos atacó la policía; nos dejaron desfilar hasta cerca de
la Presidencia. Allá, los que encabezaban la manifestación debieron escoger a siete
representantes, y estos pasaron al palacio a negociar con la autoridad; Dinia fue la
tercera seleccionada. Los demás, o al menos gran parte, nos disponíamos a esperar
la firma del “compromiso oficial”, las horas que eso consumiera. Sin embargo, un
“diluvio de proporciones bíblicas”, como me dijo ella mientras corríamos en busca
de cobijo, nos hizo cambiar de planes. Chorreando agua los dos, pero riendo como
niños, me condujo por una calle colonial a un edificio de apartamentos, en el
que
entramos con la familiaridad de residentes. Era la casa de Dinia, con la que vivía
Florbi por esos días, “mientras consiga dónde mudarme, pues mi hermana es
una amargada”.
El apartamento era de una sola recámara, acogedor y tibio. Me indicó
que pasara al baño, al fondo de la recámara, a quitarme la camisa ensopada,
lanzándome a la vez un suéter nuevo, azul, con un letrero que daba vivas a una
reina de carnaval pueblerino. Cuando salí del baño, reconfortado por el calor
recobrado, que quedé en una pieza. Frente a mí, de espaldas, Flor terminaba de
ponerse jeans sin nada abajo y, del modo más natural del mundo, dio la vuelta
100