Page 46 - Memoria2017
P. 46
y calladito como era, asentía con la cabeza y con la mano izquierda se tapaba la boca y el mentón.
CUENTO El tío le quitó a papá el lápiz que siempre llevaba tras la oreja y desenrolló uno de sus papeles, para
comenzar a explicarle gráficamente sepa Dios qué cosa.
Papá no emitía palabra alguna. Él era así. No puedo recordar que haya hablado por más
de 10 segundos seguidos. Pero sea lo que fuere, parece que la idea del tío no se le hacía del todo
descabellada. Desde donde yo estaba –realmente sin nada que hacer– estudiaba
sus lenguajes corporales. Pude deducir que el tío tenía una idea y quería que papá se la convirtiera
en realidad. Al final del día, eso es lo que hacía papá en su taller. Realizar los
proyectos de la gente. Imaginar soluciones y darles vida con sus tornos, fresadoras y
soldadura.
Se movieron a la “oficina” de papá, así que allí ya no podía observarlos con la misma claridad
que cuando estaban en el medio del taller. Allí había mejor iluminación y una gran mesa de trabajo
donde seguir con sus discusiones. Me iba a perder lo mejor de la conversa. Aunque no había podido
escuchar ni una sílaba de lo que estaban hablando. Pero eso no se iba a quedar así. No tenía nada
mejor que hacer que resolver tal misterio.
Después de como una hora de reunión _lo sé porque el sol se ocultaba y me había tomado
otras dos Coca Colas mientras los seguía mirando el tío salió tan sin saludarme como había
llegado, arrancó su Torino color blanco, negro y óxido y se perdió por las medio pedregosas calles
de la ciudad. La tardecita color lavanda traía una suave brisa consigo. Papá venía cansado, pero
sonriente. Tocó mi cabello estirando uno de mis rulos y entró a la casa.
Yo no me iba a dar por vencida. Tenía que saber de qué habían hablado. El exceso de azúcar
de las sodas contribuía a acrecentar mi curiosidad. Miré hacia un lado y hacia el otro. Agarré mi
pelota de fut y me puse a patearla dentro del taller. Me habían advertido una y otra vez que no
lo hiciera, que me iba a saltar una viruta de metal en un ojo, pero no era algo que me interesara
obedecer. Fuera de que en este caso, no era más que una coartada para ir a espiar la oficina de
papá.
Sabía de sobra dónde encontrar la llave del cuarto de estudios al lado del taller. En ese
momento me imagino que mamá le estaba sirviendo la comida a papá, quien no preguntaría por mí
46