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Un par de meses después, Fátima se enteró en el periódico de que Smith se había suicidado
     CUENTO  en su celda.  O al menos eso parecía. No habían llegado a deportarlo. A ese tipo de prisionero les


             esperan días de terror en las cárceles y les va mucho peor cuando los presos han tenido acceso a

             las inmundicias que había en aquella computadora.



             Pero Fátima no se sintió culpable. Ni por un segundo. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer.

             Hay cosas que no tienen perdón...los niños...




              Los inventores










                    Tener 12 años. Querer ser adulto. Recordar tener 12 años. Crecer.





                    Cuando miro hacia atrás, muchas de las cosas se mezclan en una niebla difusa. A veces no

             estoy segura de que sean recuerdos verdaderos o pedazos de sueños.  Yo nací cuando papá y mamá

             tenían 40 años. Fui su única hija. La hija que ya se habían resignado a no esperar. Una especie de

             Isaac, el del Antiguo Testamento, el que se llamó así porque su madre se rió de las promesas de

             Dios. Y los agarré un poco cansados, debo aceptarlo. Pasé mucho tiempo jugando sola. O haciendo

             mandados con una mamá que no tenía mucha idea de cómo tratar a una niña.


                    Desde muy pequeña mantuve conversaciones muy serias con gente grande. Mamá pensaba

             que hablarle en chiquitito a los niños, los atontaba. En lugar de canciones de cuna o de Cri Cri,

             aprendí a cantar música de ABBA, Los Beatles y Foreigner. Me encantaba despachar sodas en la

             tiendita que mi mamá había improvisado para los trabajadores del taller. Y escuchándolos me

             enteraba de cosas que no eran de niños.


                    Mamá tenía rutinas explícitas en su vida y yo me convertí más en una acompañante que en

             una hija. Las cosas de todos los días, las comprábamos en la Abarrotería de Don Chava, que estaba

             a 30 segundos de la casa. Recuerdo su cara pétrea y angulosa como la de un Moahí de la isla de

             Pascua, su sombrero típico y su pila. Una vez por semana íbamos al Supermercado La Fe a comprar lo

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