Page 56 - Memoria2017
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menos allí, al menos esa noche.
CUENTO de leer sobre el camino que Robert Frost no tomó, de entender de qué habla Carver cuando habla de
Ana y Kayleigh se volvieron inseparables. Después del “trabajo” de pegar cintas magnéticas,
amor, de investigar sobre el viaje en el tiempo en la literatura para su tesis de maestría y de sobrevivir
a la espantosa e impresentable comida de la cafetería, la cual según se rumoraba por los pasillos, a
veces incluía ardillas silvestres del bosque, luego de la lavandería, con la clásica bolsa de monedas
de veinticinco centavos que siempre había que tener a disposición, de ir a dar un par de vueltas en la
pista de tartar rojo y de mandarles un par de correos electrónicos a sus padres, la salida en el Saturn
de Kayleigh era la razón
de ser del día de Ana.
Fueron a bares irlandeses, tomaron cerveza verde y se metieron en bailes de música country,
pasearon a la orilla del río Missouri y se besaron con los chicos guapos de alguna banda de covers de
Nickelback. El dúo dinámico de la latina y la pelirroja en aquel hueco del Midwest gringo, resultaba
siempre muy interesante y atractiva. Siempre había de qué hablar. Siempre había un redneck
de ojos azules que jamás había hablado con nadie que no hablara inglés como lengua materna.
Siempre había un gringo que quería que le enseñaras las malas palabras en español. Vieron películas
acostadas en los Lazy Boys de la casa de
los padres de Kaileigh y tallaron calabazas en Halloween. Hornearon galletas y escondieron licor
barato en el dormitorio de la Universidad. Kayleigh corrigió el inglés lamentable
de Ana, quien con un par de tragos, se volvía la reina de los karaokes. Ana jamás se habría
atrevido a decirle al chico más guapo del bar, que era el chico más guapo del bar. Aunque un bar
siempre sea un bar. En cualquier latitud. Si no fuera por los bares...
Eran tiempos de Nelly y Eminem. De Modjo. Del 11 de septiembre. De terror. De andar nervioso.
De gente que sostenía velas a la orilla del río, tratando de conectar con un dolor ajeno. Eran
tiempos de Bush. Y del presidente con el mismo nombre.
A medida que el tiempo se les escurría entre las manos Ana y Kayleigh se prepararon para el
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