Page 57 - Memoria2017
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adiós. Ana se fue de backpacking por Europa para saldar cuentas con sus recuerdos. Y regresó con el

             alma deshidratada. Kayleigh estuvo en el aeropuerto para recibirla y para decirle que todo iba a estar      CUENTO

             bien. Y estaría de nuevo dispuesta a llevarla a

             ese último viaje de vuelta a casa.




                    Se les acabó el tiempo.




                    Ana ya había empacado para volver a lo que dos años atrás había dejado de ser suyo.


                    Aquel amanecer con una obvia y proverbial resaca de Jaggers y Buds y lo que sea que sirva

             para olvidarse de lo que no tiene remedio, Kayleigh la pelirroja missouriana


             y Ana, la panameñita que no sabía recibir órdenes de nadie, se dijeron adiós en un gate de vuelos

             domésticos del Aeropuerto de Lambert.



                    Era un itinerario St.Louis /Houston/Tocumen.  Las dos se fusionaron en un abrazo de esos
             que uno da cuando ya no hay nada que hacer.


                    Al salir del avión primero en Houston y luego en Tocumen, ya la resaca había dado lugar a la


             verdadera tristeza. Al real sentimiento de pérdida. A todo lo que pasa cuando uno se sube a un avión
             y deja atrás un pedacito de su vida. Sabían que no se volverían a ver.



                    Ha pasado el tiempo. Ya no tienen 25 años. Ya Ana terminó de pagar su préstamo y sus

             fiadores están libres de peligro. No les van a embargar hasta la sonrisa por su culpa. Eso es un alivio.

             Es el precio del conocimiento. Quién le hubiera dicho que el trabajo que terminaría haciendo aún no

             existía cuando terminó su Maestría en Arte con Énfasis en Escritura Creativa. Con el tiempo las cosas

             van cambiando. El cambio es lo único que permanece. Todo lo demás pasa. Bendita la hora en la que

             había decidido estudiar cuánta vaina se le puso en frente. Estaba lista para la vida. O al menos eso

             creía. Uno nunca termina de estar listo para el futuro.


                    Ana jamás llama a su universidad de quinta por su nombre. Le da pena. Sólo dice “Estudié

             en Missouri”. Es suficientemente elegante. Las vidas les tomaron un curso inexplicable a Kayleigh

             y a ella. Algunos sueños se les hicieron realidad en el camino. Otros se les rompieron en cuatro mil

             pedazos. Se invitaron por correo a las respectivas bodas a las que sabían que la otra no asistiría. Se

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