Page 32 - MEMORIA 2020
P. 32
CUENTO
ha pasado en los últimos meses cuando se puede, mientras Yuya suelta otro canto chillante ¡Mueve, el
culo que vas tarde, coño! Algo si lo tenemos claro, los Smith son seriecitos, estas invitaciones de Yuya a
menear la retaguardia nunca les han caído en gracia. Es que esta es una tradición familiar, dice Yuya, eso
de andar cantando ¡desayunando y moviendo el culo! Mi abuela se la decía a mi madre, mi bisabuela
solía usarla con mi abuela. Hoy todas descansan en paz, pero ha sido una costumbre, un decir, pué.
Ese día supe al fin que esto de desayunar y mover el culo es una tradición chiricana, de donde procede
la familia paterna de Yuya. Bueno, de algo si están en plena consciencia en el linaje de las González, y
es que no había mucho culo que mover, decía Yuya entre risas y aspavientos, porque mi pobre abuela
y sus antecesoras estaban bastante pobres de la retaguardia, tenían nalgas de cebolla y cuando se
trababan un vestido de baño el acto de mirárselas daba ganas de llorar, decía, mientras se ahogaba en
carcajeos y levantaba la pierna derecha en el sofá de tela rasgada que nos ha acompañado como testigo
mudo de muchas desgracias y emociones hace ratos. A la sazón de esta sentencia todo quedaba en un
dicho popular, en una fijación de mencionar el culo, cuyo término, por cierto, está en el diccionario,
para escozor de algunos tantos que pareciera no se lo limpiaran cuando defecan y no soportan siquiera
escuchar la palabra. Indudablemente, aquellas bromeaban hasta de sus traseros, es que la gente de
campo vive feliz hasta de su inconformidad, yo le metía la mofa de zarandear la cola, solo para ver sonreír
a la abuela, a menudo ella se iba alejando para que no la viera en un afán de mantener su autoridad,
pero la pedorrera que le daba la delataba, ahora en el sofá parece derretirse de la risotada, y yo, disfruto
este “lapsus abuelus” porque quién sabrá cuándo la veré con este genio de nuevo. La gastritis con los
años hizo estragos en las tripas de mi querida Yuya, de ahí que, si no se tomaba un par de remedios en
la madrugada la pasaba mal todo el día. Ella justificaba las molestias de salud con eso de que después de
los cincuenta si no andas preso te andan buscando. Tal vez a eso se debe el insomnio, de lo contrario no
tendría sentido el alboroto que arma para despertarme. A decir verdad, reconozco que parezco un santo
de procesión en mi rutina diaria, aclaro que aquel término para nada tiene que ver con un exceso de
moral, únicamente me refiero a la dinámica que tienen en los pueblos del sector oeste donde nací, esa de
mover las imágenes de los santos para donde les da la gana a la feligresía, sobre todo los viernes santos,
que si pasar por el arco que atavía la casa de la doña que patrocina la misa, que por la calle donde nació
32