Page 36 - MEMORIA 2020
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CUENTO
años tomando esa soda negra y famosa que envenena, lo hacía con el afán de no quedarse dormido en
la máquina de troquelar y para evitar mutilarse un dedo o la mano. Desde aquel examen de glucosa alta
que lo sentenció como diabético lo persiguen los achaques, desde soriasis hasta seborrea le ha salido,
pero, aun así, eso de despertarse temprano no falla, él dice que quien duerme mucho está perdiendo
vida. Total, he llegado a especular que nadie está seguro en ninguna parte, el cansancio es una caja de
gotas que no se convierten en perlas, por eso yo duermo las ocho horas en mi reloj, aunque sus agujas no
marquen los tic toc ́s de privilegios. Seguido que recuerdo a aquella jefa de retinología que le recetó a mi
viejo ese medicamento que le elevó los niveles de azúcar y le produjo la pérdida progresiva de visión en
uno de sus ojos, siento impotencia y me lleno de rabia que no logro alivianar, total en este país siempre
es igual... el rico como quiere y el pobre como puede. Mi papá había ido al departamento de riesgos
profesionales del seguro social porque su trabajo de tipógrafo le estaba produciendo cansancio visual,
ese fue el inicio del viacrucis para él, que terminó con un traslado de sus labores a una zona cercana a
la casa en el oeste y el fin de la paz para mi mamá que más parece administradora de restaurante, el
sacrificio es ineludible, no se puede dar el lujo de comer nada fuera de la dieta o se descompensa feo.
Con el tiempo supe que papá fue perdiendo su vida pública de deportista, que lo liberaba del estrés
laboral; un buen día encontró una salida, se trabó unos lentes oscuros para ocultar la ceguera, dejó de
frecuentar espacios lúdicos, su autoestima fue decayendo, aunque todavía le queda un poco de ese
genio que tenemos los Smith para joder la paciencia cuando queremos. Al final de todo el honor apellido
es importante.
Después de ese suceso, la situación económica en casa empeoró, y yo salí en medio de tambores y
serpentinas ese noviembre a la casa de Yuya, mi abuela materna, con el pretexto de que la acompañaba.
Siempre tuve consciencia de que se trataba de una boca menos para alimentar de las siete que en esa casa
vivíamos. Apenas tenía quince años. Ser el hermano mayor te hace madurar a la fuerza, tocó aprender a
cocinar, a limpiar a tus hermanos menores y hasta a ayudarles con las tareas de la escuela. En un hogar
pobre no hay chance para discriminar quién hace qué, te toca y punto, el hecho de que falten cosas no
quiere decir que uno sea cochino ni bruto, lo que dice mi mamá es palabra de Dios, por eso no se puede
obviar leer los libros que tiene en un anaquel viejo en la habitación de las mujeres, tampoco tener una
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