Page 33 - MEMORIA 2020
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CUENTO
tal alcalde; abusan de los pobres santos, solo porque no hablan, peor es si se da un cambio de párroco,
vaya a saber si no le gusta tal devoción y quedan abandonadas en depósitos que nadie va a visitar, hasta
que un hongo la consume por completo y no se recuerda de ella ni el señor Valentín, ese que trataba las
imágenes como si fueran sus hijos. ¡Quién sabe si estará con vida ese cristiano! Concurre parte del folclor
del pueblo, ese se armaba unos escándalos cada vez que pasaba una de esas estatuas por una calle, por
el cuidado de que no toparan con los alambrados eléctricos. Era tanto el escándalo que el cura terminaba
callándole la boca porque sacaba a la gente de la
concentración del rezo y hasta los bomberos quedaban confundidos en la tonada ceremoniosa que
acompañaba al santo sepulcro.
– ¡Ey, tú, es pa ́ arriba!
– ¡Cómo, para dónde don Valentín, avise!
– ¡Ayalaaaa... ¡Muévelo suave, lo vas a estropear, carajo!
Esos revolús de santos son tan grandes, que si le cambian la peluca a María Magdalena, que si el anda
donde iba el gallo se enredó con uno de los arcos de flores porque la señora Tita quiso que se apreciara
abajito, en fin...
Cada mañana, yo simulo ser una imagen, a diferencia de los santos yo mismo me muevo, no ando con
pendejadas de que me agiten. Mi procesión inicia desde que medio sonámbulo me levanto de la cama,
luego deambulo delirante hasta el sillón para dos ubicado en lo que hace de intento de sala, donde solo
lo acompañan el taburete, el sillón deshilado de Yuya y esa butaca vieja y sabrosa para seguir la hueva
que me impide despabilarme. Siempre he presumido que tengo todo bajo control, y es indiscutible.
En cada estación dilato puntualmente unos cinco minutos, no más, lo testifico. Salvo el día en que me
quedé dormido diez minutos de más, estaba en la taza del inodoro cuando atendí el desmadre acústico.
– ¡Lo tuyo es enfermizo! -A tu edad no deberías estar con esos adormecimientos ni perezas. -Bien decía
mi madre, la flojera es producto del demonio. ¡Es pecado!
Yuya se tornaba fanática religiosa algunas veces. Lo incuestionable era que si no abordaba el minibús
que salía desde mi barrio a las cinco de la madrugada, no lograba llegar a tiempo al trabajo. Desde que
construyeron la línea dos del metro me ahorraba un par de horas de sueño, sin embargo, persistía la
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