Page 35 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            A las seis ya estaba en la ciudad, gracias a la segunda línea del metro, de eso ya hace un año. La gente
            creo que ya ni quiere recordar al ex presidente, por lo mismo de siempre... robó y endeudó al país con


            esta obra; una cosa es cierta, a los pobres como yo, que usamos los trenes porque nos ahorra un par de
            horas de vida en los peligros de la calle, callamos ante la corrupción de ese, del loco, del muñeco viajero,


            de la yeya, y el etcétera que esta vaina implica, ojo que no es porque estemos de acuerdo con el ladrón
            rabiblanco, la causa muchas veces es la impotencia y, otras tantas, la necesidad, años de viajar con sueño,


            con dolores en el cuerpo, con problemas que produce el mismo trato con la gente en el trabajo que nos
            llevamos en la mente a casa. Es por eso que cuando nos bajamos en alguna de las estaciones y te salta


            agresiva una de las tantas periodistas que pareciera que obligaran a pintarse el cabello de rubio y a
            operarse hasta las orejas, siempre es la misma pregunta


            – ¿Cómo se siente con el metro? ¿Le reduce las horas en las que se ve forzado a madrugar y puede dormir
            más y pasar más tiempo con sus seres queridos?


            – ¡Bien! –Apenas eso atino a responder.
            Digo... ¿Qué otra cosa le voy a manifestar a esa hora tan temprana de la mañana donde llevo las neuronas


            frías? Además, ya ella ha dado la respuesta y no entiendo para qué me pone el micrófono. Por eso
            siempre que me encuentro a uno de estos ejemplares de tv saco mi dentadura impecable propia de este


            negro chocolate de fiesta, aunque no de la mejor respuesta, y de sobra sé que la fulita ha empujado la
            contestación que quería. Todos son iguales, me han entrevistado ya como cinco veces en eso que llaman


            sondeos, los del barrio
            piensan que estoy bajando unos palos de más por la fama y aquello de la envidia, pero no, la chamba de


            la construcción me da para comer y comprar mi ropa de farra y tirarle una ayuda a Yuya, nada de gastos
            innecesarios.


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            Acá no cabe aquel dicho de que Juan Seguro vivió muchos años. A kilómetros, en casa de mis viejos el día


            comienza a las cuatro cuando el gallo carraspea su pescuezo y se siente el merodear de papá con su único
            ojo, rumbo a quitarse el tufo nocturno con un baño de avión, ese que solo enjuaga las alas y el motor.


            Con el tiempo mi papá se puso friolento a consecuencia de la diabetes que desarrolló por estar tantos

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