Page 34 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            dificultad de trasbordar para llegar hasta la zona, esto implicaba intentar conseguir un lugar en uno de
            los pocos autobuses alimentadores, literalmente significaba una verdadera proeza, un acto olímpico.


            Ya varias veces había perdido la lonchera, el celular, cuanta cosa llevara guardadas en las bolsas del
            pantalón. El coge nalgas que se forma en esos lugares asusta, pierde uno la dignidad por delante y por


            detrás; a las mujeres les va peor, tocadera de tetas o que les arrime el tolete algún depravado, se ve
            toda clase de vaina en esos tumultos. Una de esas veces en que me vencía el cansancio y el transporte


            iba lleno a más no poder, un pela ́o gritó de repente, todos quedamos sagaces viendo si se trataba de
            algún robo, no ́mbe, que va, la escena era una demencia completa, una billetera agarraba su tablero


            con una mano y con la otra mano le tenía los huevos apretados a un degenerado que por la gritería
            entendí que le venía preñando el brazo desde un par de calles atrás. La cantaleta fue tan fuerte que


            toditos quedamos activados, la señora no le soltó los chécheres al man hasta ni porque aparecieron un
            par de policías y pudo explicar todo con esa forma cantada que tienen las madres y abuelas de llamar la


            atención; el cuento era melodioso y los nobles del man se movían como pareja en pleno pindín al son del
            relato mientras los manejaba con aquellas manotas la doña indignada por aquel atentado. Esos casos de


            valentía no se ven todos los días, en ese rato no faltaron los celulares y ¡pá! el man ya estaba en redes,
            ¡chuleta! Ahí me di cuenta que la mayoría de mujeres solo echan el cuento, no hacen nada cuando les


            pasa esa vaina, es que estos días son difíciles, los temores caen de todas partes; aquí nadie se salva, yo
            me intimido cuando veo grupos de chiquillas de escuela, desde un día que andaba medio apendejado; de


            la nada una muchachita se acercó y me dio una nalgada, ¡chuzo! quedé congelado y con ganas de gritarle
            que respetara, pero tenía las de perder, estaba cerca un policía de menores y el grupo de las estudiantes


            traviesas era grande, no me iban a creer a mí, menos con esa pinta que llevaba de obrero, desde siempre
            he visto cómo nos miran, los


            estereotipos que se tienen, el bajo respeto, no tenemos ni que abrir la boca cuando ya nos tachan de lo
            que sea. Es que la gente piensa que a los hombres no nos acosan, ni se imaginan, ¡Claro, no son iguales


            los casos! si acaso uno entre mil, las mujeres tienen más desventaja que nosotros, eso es seguro, también
            de que ese día fui ese uno en mil.





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