Page 60 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            ––Que va fren, yo no vuelvo de nuevo a la chirola fría. ––¿A qué te refieres entonces?
            ––Dirijo una empresa de bien cuida’os


            ––¿Cómo? ¿Empresa de bien cuida’os?
            ––Si fren, yo controlo el área, o mejor dicho soy el gerente o algo así ––me dijo haciendo una señal


            con el puño derecho––. Te puedo dar chance para que te ganes un par de dólares en el turno de la
            mañana, después hablamos para cuadrar los turnos rotativos. Como verás, hay que turnarse para que


            todos pongamos la paila. Sólo tienes que darte a respetar y pelear por lo tuyo.
            Llegué temprano al Parque Metropolitano al día siguiente. Chucky me presentó a tres sujetos; uno de


            ellos no me quiso dar la mano, me saludó con indiferencia e hizo un gesto intimidante con los dedos en
            la barbilla. Al tipo le apodaban Garra, por su fuerza y su contextura corpulenta.


            Los espacios eran limitados, ya que algunos estacionamientos estaban reservados para funcionarios del
            gobierno que laboraban en las instituciones cerca del perímetro. Según las instrucciones de Chucky,


            cada uno tenía derecho a cuidar de tres a cinco estacionamientos como máximo; esto, con la habilidad
            de ubicar otros vehículos sobre la acera, con el riesgo de multas de los inspectores municipales que se


            daban la vuelta de vez en cuando. Si el cliente salía perjudicado con una boleta le pedíamos disculpa, y le
            prometíamos que hablaríamos con el guardia para resolverlo. Si no surgían inconvenientes, recibíamos


            casi siempre, una buena propina, por la satisfacción del cliente ante el esfuerzo mostrado. Sumábamos
            de igual forma unos cuantos dólares extras lavando carros.


            Las cosas marchaban bien, hasta que Garra empezó a jugarnos sucio. En varias ocasiones cuando alguno
            de nosotros se encontraba lavando, él se anticipaba un par de metros antes que estacionaran los clientes


            y cobraba propinas por adelantado; luego, se iba hasta la tienda, compraba cigarrillos, y disimulaba con
            habilidad el asunto. En otras ocasiones mentía y comunicaba a la gente que él había negociado la multa


            con el inspector y, que, a cambio, le dieran un dinero extra para reembolsar el sacrificio, por evitarles los
            inconvenientes con los tramites de las placas y el paz y salvo. El colmo se dio cuando empezó a cobrarle


            un porcentaje en las ganancias a los otros dos sujetos que trabajaban en mi turno, con el argumento
            que él tenía mayor antigüedad en el oficio y que esa era la regla de él al tener mayor experiencia que


            nosotros.

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