Page 65 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            lo que queremos es plata”, me dijo uno de ellos con cierto desaire; “pagar una cuota de seguro, eso uno
            ni lo usa”, sentenció otro; “no le veo futuro, pues, para morirse hay que estar vivo”, me dijo Fabián, uno


            de los malabaristas con poco tiempo en el lugar.
            Transcurrieron algunos meses. Había evolucionado en buena forma, pero seguía usando las muletas


            debido a un pequeño dolorcito que, al pisar, me resentía el pie izquierdo. La recuperación total podía
            lograrla en unas cuantas semanas; mientras tanto, era necesario seguir con algunas terapias.


            Empezó  a  lloviznar  luego  de  una  tarde  soleada.  Extendí  una  lona  plástica  sobre  una  mesita  donde
            exponía buhonería y libros usados para la venta. Escuché una algarabía y vi personas correr con dirección


            al  semáforo.  Fabián  había  caído  en  forma  estrepitosa  contra  el  pavimento  mientras  maniobraba  el
            monociclo. Caminé pausado. Al acercarme vi a Fabián sangrar por la cabeza y a otros que le tapaban la


            herida con toallitas y trataban de llevarlo cargado hasta la sombra de un árbol. Algunos se confundían
            dando voces repetidas por el auxilio y se pedían unos a otros llamar una ambulancia o a los bomberos.


            Aparté con una de las muletas a unos mirones que habían llegado para ver lo ocurrido. En tono tajante
            y molesto les reproché:


            ––¡Vieron la vaina! ¡El seguro no es ninguna pendejá! ––dije sujetando la constancia de una de las cuotas
            que había pagado días antes en la oficina administrativa.




                                                     Asunto doméstico


            La empleada tomó la agenda que la patrona solía dejar en la mesita de vidrio en medio de la sala. Era
            un listado interminable de números telefónicos y tarjetas de presentación de sus amigos con apellido de


            abolengo.
            ––Espero que esta vez mis amigas no me vengan con eso de que las fotos salieron opacas ––dijo la doña


            murmurando–– Además, para evitar inconvenientes me he asegurado de los servicios de mi amigo, Eloy; el
            mejor fotógrafo de El Club. No voy a permitir que me publiquen en la revista ejecutiva ni en los diarios con


            esas revelaciones descuidadas de la prensa.
            La muchacha buscó sin obtener resultados. Inició de nuevo desde la primera página y encontró una tarjetita


            grapada con una nota escrita en tinta en la parte inferior. Llamó en varias ocasiones, pero no le respondieron.

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