Page 63 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            una escopeta 12 recortada. Firmé hace unas semanas un contrato por tiempo indefinido.
            La jefa de Recursos Humanos me entregó un talonario con la constancia del pago de la primera cuota del


            seguro social. Me dijo (cuando empecé mis labores) que tenía derecho a salario mínimo, a vacaciones,
            a décimo tercer mes y que si aspiraba a otro empleo en un futuro podía cobrar una liquidación y un


            derecho dizque “prima de antigüedad”.
            Esta mañana al revisar mi cuaderno de incidencias y apuntes, me sorprendió un muchacho con una


            pregunta inesperada.
            ––Oiga jefe, ¿qué debo de hacer para mantener mi trabajo en orden?


            Quedé pensativo un par de segundos. Me incorporé con agilidad, di un saltito, luego, hice un quiebre de
            cintura, tiré un jab y un gancho al vacío.


            ––Solo tienes que darte a respetar y pelear por lo tuyo ––le dije sonriendo al recordar el consejo de
            Chucky, mi antiguo jefe.




                                                       La advertencia


            Cuando me entregaron mi última liquidación en el proyecto de construcción La Fontana, traté de conseguir
            trabajo de inmediato; pues, eso de estar de balde y sin oficio nunca fue algo tolerante para la familia en


            tiempos de mi juventud. “Recuerde bien hijo, el que no tiene nada que hacer saca pollos a vender”, me
            advirtió muchas veces la abuela mientras molía el maíz en horas de la madrugada.


            Llené algunos formularios, con la esperanza de obtener por lo menos una entrevista. Pasaron los días
            y nada. Le comenté a un amigo sobre mi situación, y me dijo que él había comenzado a laborar como


            celador  para  una  empresa  de  producción  avícola  ubicadas  en  una  finca  apartada  de  la  ciudad.  Me
            comentó de los derechos, de los beneficios y las prestaciones a mi favor como trabajador con contrato


            de tiempo indefinido, pero cuando empezó a hablarme que en días recientes unos delincuentes habían
            matado a uno de sus compañeros para robarle el arma, mi interés se diluyó como el humo. Desistí de


            aquel empleo. ¡Válgame Dios! ¡Morir por unos cuantos pesos!
            Después de algunas horas de meditación resolví sacar mis ahorros e invertir en mi propio negocio. Un


            vecino me recomendó (debido a mi bajo presupuesto) que yo podía entrar a laborar en los menesteres

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