Page 88 - MEMORIA 2020
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CUENTO









            a esa edad ya acompañaba a su “padrino”, el doctor Roberto Him, en sus giras médicas por esas zonas.
            Gustoso Wenliang le sirvió de guía a la maestra para ir juntos al extremo del pueblo, por las cabañas


            de Toucan Smiles, donde la nueva familia se había instalado para ofrecer servicios de mantenimiento y
            jardinería.


            Al llegar al hogar, la maestra quedó asombrada al ver la fuerte inflamación que tenía el niño en la vista,
            mientras yacía tumbado en una cama, con los ojos muy rojos e hinchados. Sus padres le explicaron que


            los remedios que habían conseguido en el pequeño centro de salud del pueblo no habían surtido efecto,
            y que planeaban al día siguiente llevarlo a atención médica en Colón.


            Antes de despedirse, la maestra invitó a su guía para que saludara y le diera ánimo a su compañerito.
            — Ven, Wenliang, entra al cuarto, le indicó.


            Pero cuando Wen ingresó, la escena lo dejó petrificado. Al ver al niño directo a los ojos inflamados, cerró
            los suyos, y tapó también sus oídos para tratar de apaciguar el repentino sonido de tren que le invadió.


            Corrió fuera no solo del cuarto, sino también de la casa. La maestra dio por concluida la visita, y se
            apresuró a ver qué le había ocurrido a Wenliang. Lo encontró cerca, bajo un árbol, todavía agitado.


            — Debo volver a ese cuarto, o algo malo va a ocurrir, le indicó el niño a la maestra.
            Y sin esperar consentimiento, Wenliang se apresuró hacia la casa, y la maestra corrió tras él.


            Ya en la habitación, Wen tomó un pañuelo que estaba cerca, lo humedeció tomando agua de un vaso
            que le tenían al enfermo, y delicadamente lo colocó sobre sus ojos. Y así por unos instantes permaneció


            sosteniéndolo con sus manos.
            Todo esto lo hizo de manera espontánea, casi automática. A los adultos que estaban allí presentes les


            tomó por sorpresa el acto, pero asumieron la escena como un amable gesto de bondad y de deseos de
            pronta mejoría de un compañero a otro.


            Lo extraño vino al día siguiente. Ese lunes se presentó en la escuela el niño sin ninguna inflamación en su
            vista, y de muy bien ánimo. Su madre, le explicó a la maestra que poco después de su visita, comenzó a


            notar mejoría, y en la noche la vista de su hijo ya estaba en perfecto estado.
            Pero fue el propio estudiante quien se encargó de contarles a todos los alumnos del quinto grado, que


            había sido Wenliang quien lo había curado de una forma milagrosa.

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