Page 12 - Memoria Premios IPEL 2021
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ser el primero. Tarita servía, ese era su honor, ella era la que unía este clan de los Acá, los
que bajaron de la montaña. Maya era la primera de Tarita. Itai era la primera de Maya y
segunda de Tarita. Luego seguían More, varón y el primero de Maya y Eka la segunda de
Maya. A lo lejos Itai vio acercarse a Rore el principal de los Acá y a su mayor Apare. Apare
era su gran amor. Siempre cuidándola, siempre orgulloso de su pequeña Itai. Tres soles
atrás, Rore y Apare se habían ido a la montaña, al lugar secreto y traían alimento para una
semana de sagrado. Rore y Apare se unieron al grupo y Tarita les entregó el sagrado en
hojas tejidas de palma. Al primero en servir fue a Rore, Tarita era la uno de Rore, la mayor
del clan. Rore tenía dos mujeres más, Cane y Soyu, ellas comían el sagrado en otra choza.
Rore era de un clan poderoso, tenía lo que podía alimentar por eso su lugar secreto era de
gran interés en la comunidad de la Gran Madre. Mientras comían, Rore vio salir de la maleza
algunos miembros de la comarca. Apare le sonrió a Rore. Desde que salieron tres soles
atrás los habían estado siguiendo. No pudieron alcanzarlos hasta el sitio secreto. Llevaban
años haciéndolo pero Rore era astuto, siempre usaba distintos caminos. La familia
admiraba a su Gran Mayor y Apare aprendía todo de él.
Itai prácticamente engulló el sagrado. Estaba feliz de ver a su mayor Apare pero las
ansias de ir a la Gran Madre la tenía intranquila. Tarita la observaba de reojo y se sonreía.
Itai había vivido catorce floraciones de la Gran Madre. Hacía dos lunas Itai había germinado
y todos estaban felices. Cuando la Gran Madre floreciera, todas las niñas en su misma
condición adornarían sus cabezas con las flores de la Gran Madre y se juntarían en el centro
de la Aldea. Cada hogar haría sagrado para todos y cantarían para la buena esperanza de
cada niña. Ellas eran el futuro de la Aldea, se esperaban hombres fuertes y mujeres fértiles
de ellas. Tarita y Maya veían con buenos ojos la amistad de Itai con Otore. Su clan también
era poderoso y noble. Conocían los atributos de las plantas y sabían de construcción. Una
unión así fortalecería el clan Acá. Pero Rore siempre callaba, el veía a Itai todavía como
una pequeña.
Itai dijo “ecaba, odoe aya bae?” (Terminé, ¿Puedo ir a la Gran Madre?). Rore miró
a Tarita y ella le devolvió una sonrisa. Rore movió la cabeza e Itai salió corriendo dando
vueltas para ir donde la Gran Madre. En la aldea ya se veía movimiento, los lugareños
terminaban el sagrado y empezaban sus quehaceres. La aldea cubría un espacio de cinco
grandes casas de los clanes mayores incluyendo el de Obebe, dominante en la aldea y
venerado por su sabiduría. Itai alzó la mirada y vio a Zore el mayor de Apare. La saludaba
y le gritaba “Cabe, rera, tare!” (¡Corre, ríe y cuídate!) mientras reía. Otras niñas se unieron
a ella. Todas sabían a dónde iba y todas querían ir también. En ese momento Kobre, del
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