Page 13 - Memoria Premios IPEL 2021
P. 13

clan Mitoya, los que todo lo ven, venía corriendo y gritando, “¡Amitaya, amitaya! (¡alerta,
                  alerta!) Señalando el camino a la Gran Madre donde estaba la gran mirada, donde se puede

                  ver el mar unido al manto del cielo en uno. Itai apresuró la carrera y empezó a ver a la Gran
                  Madre. Todas las niñas corrían con ella. La Gran Madre estaba en la loma, era frondosa,
                  exuberante. Sus ramas robustas se alzaban al sol y luego caían. Era fácil de trepar. Los

                  niños y los adultos gustaban de conversar a su sombra o solamente admirar el mar. Al final
                  de las lluvias florecía de un color sangre y era la época de la bendición de las niñas del

                  poblado. El mar era azul transparente con gotas turquesa. Y el cielo copiaba su color y se
                  volvía uno. Desde la Gran Madre se podía ver la playa, pequeña pero lo suficiente para
                  pescar, recoger cangrejos, o simplemente nadar. A veces se llevaban troncos de árbol seco

                  y se podía ir un poco más lejos. Era peligroso, solo los adultos lo hacían. Itai y las niñas se
                  quedaron sorprendidas. No habían visto un árbol seco tan grande como ese en el mar. Se
                  podía ver desde lejos. Arriba del árbol seco había una gran nube agarrada de largas lianas.

                  Todas sintieron escalofrío. Abajo, al pie de la playa se acercaban Akai, Rore, Zore y Kobre.
                  Obebe ya estaba firme, viendo la barca mientras el viento soplaba en su cara.
                         “¿Akai,  haz  visto  alguna  vez  esto?”  Akai  demoró  un  poco  en  contestar,  pero  la

                  verdad  era que  no. Obebe  le  preguntó  nuevamente “¿Tus  antepasados  te  hablaron  de
                  esto?”. Esta vez fue Kobre quien contestó pausado pero con firmeza. “Si, pero muchas

                  lluvias atrás, detrás de las montañas, donde el agua está en calma”. Se agachó y recogió
                  seis conchas, las fue poniendo una tras otra y luego mientras las señalaba dijo, “Lluvias
                  atrás  me  encontré  en  un  viaje  buscando  alimento  a  una  familia  del  grupo  del  agua  en

                  calma”. Mientras hablaba iba dibujando en la arena repitiendo lo que le habían contado.
                  “Esa luna dormimos juntos y me hablaron de hombres como tú y yo pero del color de la

                  luna, altos, con ojos de agua y pelos en la cara como las hojas de la gran madre”. “¿Y qué
                  trajeron?” Preguntó Obebe. Kobre contestó, “Tristeza. Ellos estaban huyendo porque los
                  extraños se lo llevaban todo y los obligaban a buscar esto”. Kobre señaló el collar que
                  colgaba en su cuello con la imagen del halcón que distinguía su clan. Hubo un silencio y

                  Zore habló, “Antes del sagrado llegaran, debemos reunirnos y decidir. Yo digo que las niñas
                  se recojan en el hogar. Son preciadas y siempre las roban”. Obebe miró hacia la Gran

                  Madre, señaló a las niñas con su vara e hizo un movimiento apuntando la aldea. Todas las
                  niñas quedaron sorprendidas, y con temor corrieron a la aldea. Debía ser algo grave para
                  que las mandaran a sus casas.






                                                              9
   8   9   10   11   12   13   14   15   16   17   18