Page 16 - Memoria Premios IPEL 2021
P. 16
poderosas, cuando se sientan bien, atacaran”. Kobre ripostó, “Sí, pero ahora estamos
desarmados y no podemos enfrentarlos”. Kobre tenía razón. Obebe le hizo un gesto de
bienvenida a Don Diego Victoria y Diego Victoria reconoció a un aliado en Kobre. Obebe al
no entender lo que había dicho Don Diego Victoria, su gesto de bienvenida daba como
aceptada entre los españoles lo que su jefe había dispuesto, por lo que empezaron a dar
gritos de victoria y alegría. Tendrían comida y tal vez cura para los enfermos.
Los aldeanos vieron llegar a Obebe con Don Diego a su lado lo que daba una
muestra de igualdad. Todos entendieron que Obebe había convencido a los extraños de
respetar la aldea.
Cada lado entendió lo que esperaban, lo que convenía. Pero la realidad es que ambos
grupos estaban a distancia de lo que verdaderamente pensaban.
Los aldeanos se sintieron con algo de confianza para acercarse y ver si era cierto
lo de la piel color de luna, de los ojos de agua y los pelos en el rostro. Se preguntaban por
qué llevaban cubierta la piel. Eran corazas como las que llevaban las tortugas. Debían ser
muy pesadas para subir los árboles y caminar en la selva. Se ahogarían de calor.
Era la hora del sagrado y los extraños fueron alimentados. Los enfermos fueron
repartidos entre las primeras que se encargaron de observarlos. Otore visitó cada hogar
para ver que cura podía Akai preparar. Por ahora, Akai seguía el mandato de Obebe.
Preparaba en silencio las puntas envenenadas.
En el hogar de Itai, Maya y Tarita observaban al extraño. Su cuerpo cubierto por
una pesada armadura. Maya y Tarita no comprendían cómo este hombre podía caminar
con tanto peso. Debía estar ahogado por el calor, pronto llegaría el tiempo de lluvia y estos
hombres morirían con la piel cubierta con esa coraza de tortuga. Itaí escondida escuchaba
todo lo que Maya y Tarita hablaban. Maya se le acercó a la cara cubierta de pelo y le dijo a
Tarita, “No tiene tanto pelo en la cara, es joven, un poco más que Otore”. Tarita comentó,
“Y más alto”. De pronto el joven extraño abrió los ojos y las dos mujeres dijeron con
asombro, “¡Ogame!, ¡Ogame!”. Le acercaron una vasija con agua y le dieron a beber. Lo
empezaron a revisar y se dieron cuenta que el joven estaba deshidratado, pero no lucía
enfermo, ni herido, lo que tenía era mal de monte. Necesitaba, agua y descanso. Fueron
avisarle a Otore que no era necesario venir a verlo.
12