Page 15 - Memoria Premios IPEL 2021
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buenos para el sagrado. Su padre le dijo cerca del oído, en tono bajo, “Observa, analiza y
luego ataca si esa es tu ventaja. Si no lo sabes, observa y cuida tu bien hasta ver cuál es
la ventaja de él”. Obobe abrió sus ojos y vio como llegaban los hombres color de luna a la
playa. Un frio le recorrió su cuerpo. Cuarenta lluvias habían pasado y ésta era su primera
vez con hombres como estos.
Los hombres color de luna venían con varas con punta, su piel iba cubierta con
armaduras brillantes, igual que sus cabezas. Blandían largas espadas afiladas, podían
cortar a muerte a un hombre. “Observa, cuida tu bien hasta ver cuál es su ventaja”, dijo
Obebe mirando fijamente a los hombres color de luna. Él fingía hablarles, pero en realidad
hablaba a los primeros y segundos que lo acompañaban. “Están armados, la muerte llevan
en sus armas”. Siguió observando y miró a los hombres que acompañaban al que estaba a
cargo. Los hombres se veían cansados, angustiados, débiles por hambre y traían enfermos.
Esto no era bueno, los enfermos son peor que sus armas. Los enfermos son muerte
silenciosa. Esto era un gran problema. “Kobre, avisa que vienen armados, con hambre y
enfermos. Las segundas atenderán el hogar, las primeras, atenderán a los enfermos. Los
varones deberán aguardar en alerta. Esto hay que manejarlo con cautela”. Kobre miró a su
segundo, este se fue separando del grupo y sigilosamente se dirigió a la aldea. Kobre
miraba a los extraños y recordaba la mirada de terror con la que le miraban los del agua en
calma. Empezó a pensar en sus primeras, en la seguridad de su clan.
El jefe de los hombres de color de luna habló y con una lengua extraña, también
daba órdenes a sus hombres mientras se presentaba ante Obebe. “Soy el capitán Diego
Victoria de Castilla y vengo de la Gran España a traerles el mensaje de nuestra Reina.
Vosotros sois conquistados y a partir de ahora les deben obediencia”. Sacó la espada de
su vaina y la alzó al cielo. “A partir de ahora, sois súbditos de su Majestad La Reina Isabel
de Castilla y Aragón por gracia de Dios”. Puso la punta de la espada en el hombro de Obebe
mientras los clanes miraban este gesto como amenaza, los conquistadores seguían su ritual
de dominio. “Te nombro embajador de este caserío de las Indias y lo llamaremos Castilla la
Nueva y tu nombre ahora es Pedro de Castilla la Nueva”. Obebe no entendía su lengua,
pero observaba que los extraños se sentían poderosos y superiores ante ellos. Estaban
hambrientos, enfermos pero se sentían poderosos, cómo se sentirán cuando tengan
alimento y salud. Serán incontrolables. Era un gran dilema el cómo proceder. Kobre se
acercó a Obebe y le susurró. “Sigamos observando, están débiles y podremos controlarlos
mientras se reponen”. Obebe contestó, “No podemos demorarnos, sus armas son
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