Page 14 - Memoria Premios IPEL 2021
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Itai llegó corriendo a su hogar donde Maya y Tarita la esperaban. “¿Qué pasa? Otore
                  vino a buscar a Rore porque Kobre avisó de un alerta”. Itai les contó del gran árbol que

                  venía hacia la playa y que los grandes clanes se iban a reunir. “Obebe había mandado a
                  todas las bendecidas y por bendecir a regresar a los hogares”. Tarita abrió los ojos, solo se
                  hacía  esto  cuando  otro  grupo  atacaba  para  robar  bendecidas.  Algunos  clanes  que

                  quedaban sin mujeres atacaban poblados cercanos para robar y fortalecer la descendencia.
                  Escondieron a Itai y Eka en la parte oscura del hogar, la de barro y paja que protegía cuando

                  llovía. Allí estarían hasta que se terminara la reunión de los grandes y se decidiera lo que
                  se iba a hacer.


                         La reunión fue corta. Se reunieron los clanes mayores y menores. Era una alerta y
                  todos debían actuar. Obebe le cedió la palabra a Rore para contar lo que estaba sucediendo
                  mientras  Kobre  repetía  dibujando  en  la tierra  lo  que  ya  les  había  contado  a  los  clanes

                  mayores en la playa. Obebe aprovechaba ese tiempo para pensar lo qué podían hacer en
                  tan poco tiempo. Al terminar, Rore miró a Obebe quien empezó a hablar, “No sabemos si
                  lo que viene son los hombres que Kobre habla. No sabemos si vienen para bien o para mal.

                  De todas formas debemos prepararnos para lo que no sabemos. Akai, ve preparando las
                  puntas con sudor ranas y semillas. Que den muerte. Todas las mayores se quedan a cuidar

                  las bendecidas y por bendecir. Rore y Zore preparen las cerbatanas y las varas con punta.
                  Escóndelas cerca para cualquier movimiento”. En ese momento Obebe se quitó su collar
                  que distinguía su clan. Era la cara de un jaguar con piedras verdes por ojos. Se lo entregó

                  a su primero. “Escondan sus distinciones y todo lo que brille. Que piensen que no hay nada.
                  Eso nos dará tiempo. Los segundos se quedaran a cuidar la aldea, los primeros iremos a

                  recibir a los extraños que ya deben estar llegando. Kobre ven con uno de tu clan para avisar
                  lo que esté pasando a la aldea. Las mujeres todas vayan a sus hogares con los segundos.
                  Cada clan se encarga de su hogar”. Al terminar, Obebe empezó a caminar nuevamente a
                  la playa. Estaba preocupado, esto no lo veía bien. Esperaba estar equivocado.


                         Estando en la playa, vieron como del árbol grande lanzaban arboles más pequeños

                  que flotaban y en cada uno iban de cinco a seis hombres como ellos pero de piel como la
                  luna.
                         ¿Estaría Kobre en lo correcto? Venían a conquistar y robarles los valores. Obebe

                  cerró brevemente los ojos y recordó a su padre mientras cazaban un pecarí, lo veía a lo
                  lejos, fiero, con los colmillos afilados, eran regordetes y con escaso pelo. Esos salvajes eran


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