Page 39 - Memoria Premios IPEL 2021
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De todos los errores que cometí, solo uno es tan grave merecedor de la condena

                  que hoy pago; creer, aunque fuera una sola vez, en la palabra del hombre blanco. Creí,
                  quizá porque quise creer, porque necesitaba creer, porque no podía aceptar que el destino
                  inalterable de nuestro pueblo solo tuviera dos caminos posibles: esclavo o fugitivo. Creí en

                  Pedro  Ursúa,  a  pesar  de  su  raza,  de  su  estirpe,  de  su  mirada  severa,  de  su  plateada
                  armadura imperial, de su fama de masacrador de indios, de negros, de rebeldes…


                           Sigo inmóvil, pero quisiera contarle esto a aquel que me hablaba; confesarle más
                  bien, para calmar mi consciencia y liberar mi espíritu. Pero, ahora me siento otra vez en la

                  soledad de esta noche infinita, como si aquel que me acompañó con su historia se hubiera
                  esfumado de pronto, como la luz fugaz del rayo.


                           Sé que me matarán, que arrojarán mi cuerpo a este mar inmenso. Lo supe mucho
                  antes de que me trajeran a este barco. Lo supe antes de que el virrey dictara su sentencia.
                  Lo supe desde que el traidor, Pedro Ursúa, me apresara y me enviara a la audiencia del

                  Perú. Ya tuve suficiente de engaños, como para creer el cuento de que llegaría a Sevilla y
                  que allí sería un hombre libre, en un mundo de blancos.


                      -   La muerte es solo otro viaje. Es otra forma de alcanzar la libertad.
                  Allí, estaba otra vez. Me saltó el corazón al escuchar su voz. Quise correr a buscarle a

                  tientas  y  abrazarle  fuerte,  sin  importar  quien  fuera;  pero  mi  cuerpo  rígido  seguía  como
                  clavado a la madera fría del barco.


                      -   Realmente  creíste  que  era  posible  una  tregua  con  el  hombre  blanco,  que  sería
                         posible la convivencia pacífica con aquellos que un día nos arrancaron de nuestras
                         tierras, que destruyeron nuestras aldeas, que masacraron a miles de los nuestros y

                         esclavizaron a otros tantos.
                   Sentí reproche en su voz que ahora tenía un leve temblor de indignación.

                      -   No  solo  le  fallaste  a  tu  aldea,  también  a  quienes  confiamos  en  ti,  allá  en
                         Ronconcholón.  Fuiste  nuestro  guía,  nuestro  líder  y  libramos  junto  a  ti  grandes
                         batallas. Liberamos para nosotros aquellas tierras. Teníamos suficiente para vivir y

                         para  luchar.  Pero  tú  quisiste  más,  quisiste  la  paz,  una  paz  que  no  existirá,  en




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