Page 38 - Memoria Premios IPEL 2021
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de mis huesos y la carne se desprende machacada en jirones, pero el dolor ya no llega
                  hasta mi alma y no puedo pensar en otra cosa que aquella voz que me habla desde la más

                  absoluta tiniebla y que ahora parece gritar más fuerte que el iracundo mar.
                      -   Entre más cercano se avizoraba el destino de servidumbre perpetua, más se alojaba
                         en mi pecho el deseo de libertad, más claro se hacía el camino del honor, de la

                         dignidad y más me atraía la idea de una muerte gloriosa. Para los hombres blancos,
                         ya  no  era  suficiente  curar  las  heridas  y  mejorar  las  comidas,  ahora  querían

                         desentumir nuestros huesos y los músculos engarrotados. A la salida del sol, nos
                         hacían caminar sobre la cubierta. Al principio, nuestros cuerpos torcidos y deformes
                         hacían torpe y lastimoso nuestro andar; pero pronto, recuperamos movimiento y se

                         fueron llenando de energía los agotados músculos.
                  Los días se iban amontonado y el caminar en cubierta ya no era suficiente, ahora, nos pedían
                  cantar  y  bailar;  y  entonces  cantamos,  cantando  en  nuestra  lengua,  los  gloriosos  cantos

                  ancestrales que nos fueron llenando de vigor. El alimento del alma da más fuerza que el alimento
                  del cuerpo.
                  Así, así compartí con mis hermanos, mis planes de lucha, los detalles y los tiempos y juntos
                  imploramos el amparo de los Orishas.
                  Cuando Oshun se sacudió de furia en la profundidad del mar, y Yemayá azotó el barco, con una

                  tormenta terrible, igual a la que hoy azota inclemente esta nave. Entendimos que los Orishas
                  luchaban  por  nosotros  y  por  nuestra  libertad  y  entonces  sumamos  nuestras  fuerzas  y  nos
                  levantamos como un solo hombre contras lo hombres blancos, determinados a morir o a ser

                  libres.
                  Cuando la tormenta terminó y el sol se abrió camino en un cielo despejado, ya muchos de
                  nosotros estábamos dispersos a lo largo de una ancha playa. Muchos habían muerto, otros
                  estaban perdidos, pero un grupo grande se internó en la selva que nos cobijó con su manto. Y

                  así, fue, como un centenar de negros, con la fuerza de nuestras manos y de nuestros espíritus
                  y guiados por los Orishas, conquistamos nuestra libertad…
                           Un violento rayo se estrelló a un costado del barco. Yo intenté aprovechar aquella

                  luz, para buscar al hombre que hablaba; pero, no pude verlo, fue una luz fugaz y tan brillante
                  que me cegó completamente.


                           Esperé que el hombre continuara su historia, pero solo oía la tormenta inclemente.
                  El rasgar violento de las olas, el retumbar de los truenos en intervalos constantes y el crujir
                  lastimero del barco, fueron adormeciendo mi conciencia. Él, quien quiera que fuera, tenía

                  razón. Yo jamás completaría este viaje, mi destino inevitable, era la muerte.

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