Page 36 - Memoria Premios IPEL 2021
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Siento un aire caliente que sube por mi garganta; intento gritar, intento sacudir las cadenas,
pero ya todo mi cuerpo se ha entumecido. Solo mi consciencia reacciona. Pienso aún con
claridad. Creí que estaba solo en esta bodega, no recuerdo haber visto a nadie cuando me
trajeron y no recuerdo haber visto llegar a nadie, después de mí. ¿Dónde estoy? El barco
se ha quedado quieto, no siento el mar abajo de mí. Otra vez el silencio como de muerte.
Espero, y afino mis oídos buscando otra vez la voz… El silencio se alarga y pienso en que
tal vez sea un sueño, pero, otra vez la voz… Escucho aquella voz ronca y lejana.
- Sé que puedes escucharme, sé tu nombre y conozco tu historia.
Ahora la voz se hace más clara. Quiero hablar, quiero responderle, pero es inútil.
Mi cuerpo sigue tieso y la lengua engarrotada.
- Sé, como tú, que no completaremos este viaje; pero que juntos emprenderemos
otro, antes del nuevo sol. Estas cadenas, no serán suficiente para sujetarnos; no lo
fueron antes, no lo serán ahora, no lo serán nunca.
Sé que no lo sabes, pero luché siempre junto a ti, estuve a tu lado
incondicionalmente, pero claro, no lo sabes ahora. Ya que compartimos este destino
común, yo quiero que conozcas lo que fui y lo que soy, porque nadie ha sido tan fiel
a ti, como yo. Y ahora, lo menos que puedes hacer por mí es escucharme y ser
testigo de mí, como he sido yo, testigo de ti.
Crecí, al igual que tú, en las montañas y fui también un cazador. Muchas fueron las
bestias que cacé y mucha carne la que llevé a mi aldea. Tanto, que me gané la
confianza de todos, confiaron en mi habilidad, fuerza y valor y me nombraron su
líder. Siento que les fallé. Cuando más necesitaron de mí, no pude protegerlos.
Aquella noche, cuando los avaros hombres de las costas, hombre sin alma y sin
dioses, atacaron nuestra aldea, nada pude hacer. Ellos traían las armas de los
hombres blancos que disparan fuego. No tuvieron misericordia ni de ancianos, ni de
niños. Los masacraron sin piedad. El resto, fuimos encadenados y vendidos como
bestias a los hombres blancos.
La voz se sigue escurriendo suave entre la oscuridad impenetrable, es como el
murmullo del agua cuando cae entre los peñascos montañosos.
- Fuimos amontonados en un barco infame. Aún siento el fogaje de esas quinientas
almas apretujadas y angustiosas. Era un amasijo de gente embadurnada de mierda,
vómitos, lágrimas, sudor y moco. Escaseaba el agua, la comida, el espacio, el aire.
Era como un cementerio deambulando en el mar. Era un barco sin esperanza, sin
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