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perro en el ombligo del periódico.
CUENTO
Cuando piden parada en la estación de la Iglesia del Carmen tratan de bajar rápidamente, pero
Genaro no puede escapar de que la mujer que le cedió el puesto “accidentalmente” le roce la espalda
con sus pechos. Genaro suspira y baja del bus. No tiene tiempo ni ganas de armar una escena. En la
parada le da la mano a un papá que sube con su bebé recién nacido envuelto en una sabanita azul.
Seguro es una niña.
—Adiós bellezassssss, se despide la conductora del Metrobus, y continúa su monótono ir y venir
por la ciudad.
Juan Carlos y Genaro ni siquiera se quejan. Nada sirve de nada. Solo pueden apresurarse a llegar
a la U. Allí los hombres están razonablemente a salvo. Pero eso es relativo.
Al llegar al lobby de Arquitectura se encuentran a Rómulo y a Ricardo. Rómulo llora
desconsolado y Ricardo trata de calmarlo.
—“Ey bro, cálmate, ¿qué pasa?” le pregunta Genaro. “¿Te podemos ayudar? —Cha, man,
es la profesora Virginia López. Me ha dicho que si me interesa pasar Dibujo Comercial, tengo que salir
con ella. Sabe que estoy quedao´.
—Áyala bestia, fren. Qué problema. Pero chilea, ¿y si lo denuncias con la Decana? Ella es bien
buena gente. Es mamá de cinco hijos varones. Ella te va a entender.
—Bro, para cuando eso se resuelva ya todos se van a haber graduado. Y yo por ahí llorando
como un pendejo. Qué va manito, yo mejor la repito el año que viene. Porque esa doña ni es. ¡Vieja
verde!, conmigo se va a joder—, contestó Rómulo entre llanto. El suyo no era una ñañequería, era un
llanto de impotencia y de asco. De resignación. Del que sabe que es víctima de una injusticia y que se la
va a tener que aguantar.
—(Sollozo de Rómulo) Chucha, yo sabía esa vaina, awebao, desde que entré al fokin salón. La
doña me desvistió con la mirada. Una descarada. Qué vaina más incómoda. Parecía que nunca había
visto a un hombre en su vida. —Rómulo se restriega la nariz con el antebrazo y se lleva la mano a la
frente. —¡Qué situación más cabreante!
—Bueno Rómulo, si ya decidiste que no vas a hacer nada, tú tranquilo que esa materia no te
va a parar ninguna otra. La vuelves a matricular, y punto—, le dice Genaro alzando los hombros, como
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