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Sofía lucha con las lágrimas que se asoman a sus ojos. Maldito Duarte y su campaña sucia.

            Malditos los sicofantes que no descansaron hasta obtener algo con lo que ponerla en entredicho.              CUENTO

            Respiró profundo y trató de controlar los nervios. La política no es para débiles, se decía a sí misma

            para darse valor para terminar el debate.

                   Al día siguiente sería la portada y la página central del periódico amarillista de mayor

            circulación. Las empresas que habían decidido apoyarla, le retirarían su patrocinio discretamente. Sus

            seguidores trataron de mantener el discurso de la mente amplia y la inocencia de un par de fotos sin

            importancia. Pero todo fue por el gusto. El día de las elecciones, el Alcalde ganó por un margen nada

            despreciable. Y los sueños colectivos de una mejor ciudad, limpia, incluyente, sostenible, amigable,

            se fueron por el desagüe. Sofía Hernández era mucho más que un buen cuerpo, de cabello sedoso

            y facciones hermosas. Era una mujer llena de motivos y aspiraciones. Duarte no dudó en utilizar su

            belleza en su contra y esperó el momento ideal para sacarle los papeles. O las fotos, en este caso. El fin

            justificó los medios. Sofía nunca debió olvidar que una mujer necesita hacer el doble que un hombre,

            para que parezca que hizo la mitad. Aún en pleno siglo XXI.


















            Viceversa


                   Genaro Sánchez, 19 años, 125 libras, barba de un mes, ojos pardos, largas pestañas, en jeans

            desteñidos, Converse negras y camiseta de la Selección Nacional de Fútbol, camina por la acera, frente

            a un edificio en construcción. Es camino obligado para llegar a la parada de Metrobus. No le queda de

            otra.


                   — Vaya papi, tú sí tas bueno.

                   —Psssssssssst… ¿tás bravo mi amor?

                   —Papacito hazme un hijo.

                   —To´eso es tuyo y na´ pa mí.

                   —Contigo hasta el metal, chichí.

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