Page 36 - Memoria2018
P. 36
Pero él ya está acostumbrado. Es tan incómodo. Los piropos de las trabajadoras de la
CUENTO construcción se recrudecen y Genaro aprieta el paso mientras agarra su mochila con ambas manos
en vez de llevarla al hombro. Es lo mismo todos los días. Juan Carlos lo espera en la esquina y lo hace
sentir un poco más seguro. Juntos cruzan la calle por la línea de seguridad para ubicarse en la parada
de bus, rumbo a la Universidad. Ambos estudian Diseño Gráfico en la Facultad de Arquitectura. Algún
día tendrán carro y no tendrán que aguantar los piropos indeseados en la calle.
—Chuleta, Juanca, ayer me monté en un Uber porque iba tardísimo a la U, y la conductora no
dejaba de mirarme la entrepierna por el retrovisor. Me ofreció agua, pero me dio miedo de que le
hubiera puesto algo. Hay que ser muy desconfiado. Luego me estuvo chateando y me mandó una foto
de sus pechos, Manito, lo que uno se tiene que aguantar…
Mientras esperan en la parada ambos reciben un par de silbidos más desde los taxis amarillos
al otro lado de la calle. Mujeres de cuarenta y tantos les pitan para llamar la atención. Ellos fingen que
no se dan cuenta. En el edificio que se alza frente a ellos, hay una publicidad de relojes con un modelo
de torso desnudo con las manos tras la espalda, como encadenado por hermosos Tissot y una leyenda
“Prisionero del tiempo”
—Ignóralos, dice Juan Carlos, ya casi llega el Metrobus.
La conductora se detiene y mientras los chicos pasan las tarjetas de cobro, la mujer los escanea
de arriba abajo, diciendo “Adelante mis reyes”. Luego grita “Me le dan un asiento a este par de
pastelitos, por favorrr” —.
Ambos caminan hacia el interior del bus, e inmediatamente dos mujeres se ponen de pie para
cederles los asientos. Los chicos se sientan en hileras continuas, pero la chica que le dio el puesto a
Genaro se coloca frente a él haciendo que su minifalda casi le roce la cara. Instintivamente, Genaro
coloca su mochila entre su cara y la pelvis de la muchacha. A Juan Carlos una abuelita le está babeando
el hombro en el puesto del otro lado del pasillo y a él le da un poco de lástima quitarse. Es cosa de
todos los días. Hay que aprender a vivir con eso.
Durante el trayecto Juan Carlos hojea un ejemplar de la Crítica que la señora que le dio el
puesto ha dejado sobre el asiento. La portada es “Se prendió el rancho: mujer enciende la casa en
donde su exnovio se ha mudado con los dos hijos de la pareja”. “Nos están matando y nadie hace
nada”, piensa el joven, mientras asqueado ve un poster de Maluma semi desnudo y con un collar de
36