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la misma computadora de origen. Sintió ganas de vomitar. Sintió que el piso se abría y se
     CUENTO  desmayaba. Los archivos borrados eran un asco. La mirada de buen tipo de Smith. Los




            niños. ¿Cómo podía haber gente tan enferma? El tipo era un monstruo. Un psicópata. A

            Fátima se le salieron las lágrimas. Podía tratarse de cualquier niño. Niños indefensos.






            Pequeñines. ¿Cómo podría utilizar aquella información malhabida para hacer algo por la


            justicia? ¿Qué era lo correcto? ¿A dónde quedaba el privilegio de confidencialidad de los

            clientes? Smith había sido un cliente de buena fe.


                   La moral. La ética. Lo correcto. Había tantas cosas que pensar. Pero Fátima decidió


            terminar de hundirlo. Como un fantasma en el ciberespacio vació sus cuentas bancarias y


            transfirió los fondos a una ONG de ayuda a Niños con Leucemia y Cáncer. Filtró toda la

            información nauseabunda al FBI. Los videos monstruosos. El tipo era basura. También


            filtró la información en las bibliotecas del sistema carcelario de EU e hizo un par de


            llamadas a los jefes de pandillas dentro de las cárceles nacionales desde un celular prepago


            de chip gratuito. “Si el anonimato funcionaba para hacer cagadas, también debería servir

            para castigar hijueputas”. Ese pensamiento le daba paz. Persiguió a toda la lista de gente


            que compraba ese tipo de mercancía y dejó la información colgada en los lugares


            adecuados. Un dox bien hecho. Fue un paso arriesgado. Lo destruyó en el sentido literal de


            la palabra. Ya no podía pagar un abogado decente. No iba a poder tener una vida, ni preso

            ni en libertad. Y todos sus clientes quedaron expuestos. O eres bueno o eres malo. No hay


            grises. No hay tibieza.


                   Perdió la oportunidad de ganarse un montón de plata. Pero algunas batallas hay que


            ganarlas silenciosamente. Y en caso de que el karma falle, uno tiene que hacer lo que tiene

            que hacer para darle un empujón. Ser Robin Hood. Ser un superhéroe sin capa. Smith no



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